Fernando Arancón (Madrid, 1992) dirige El Orden Mundial (EOM), el medio de análisis internacional más leído en castellano que acerca de forma amena y rigurosa la actualidad geopolítica y su historia. La cabecera que lidera sabe explotar bien los recursos digitales más atractivos para las audiencias, desde infografías que se viralizan a podcasts como No es el fin del mundo, donde descifran la mente de Nayib Bukele o explican el trasfondo político de la saga Dune. Conversamos sobre el proyecto que encabeza, pero también reflexionamos acerca del papel que tendrá China en los próximos años, las consecuencias de una guerra civil en EEUU o la presión que ejerce Marruecos en la frontera sur.
¿Cómo un blog acaba siendo un proyecto de referencia en castellano en España y América Latina?
No sé muy bien cómo hemos conseguido ser lo que somos, pero sí que ha habido un abandono del campo de lo internacional que en otros países no ha ocurrido. Francia, Italia o Alemania tienen, además de grandes periódicos con sus secciones pertinentes, think tanks, revistas académicas y otros medios especializados en estos asuntos. The Economist o Le Monde Diplomatique son un ejemplo de ello. En español, en cambio, no existía nada, había un agujero que nosotros llenamos mezclando un lenguaje sencillo con un conocimiento especializado. Era un vacío muy grande para una comunidad de 500 millones de hablantes. Creo que es la tecla que conseguimos tocar en un momento en el que hay una mayor demanda por la información internacional, sobre todo tras la pandemia y la guerra de Ucrania. Aun así, cuando aparecimos, saltaron las revueltas árabes o la crisis de Grecia. La gente demandaba contexto.
«No hacemos periodismo ni somos un think tank», decís. Veo una crítica directa contra los medios tradicionales. ¿En qué os diferenciáis?
Somos más divulgadores que periodistas y nos reivindicamos como analistas. En España, como ocurre con muchas cosas, no hay una cultura de la divulgación, solo con temas de física o matemáticas. Esto no pasa con las ciencias sociales, como la politología, la economía o las relaciones internacionales. Por eso hacemos una crítica al periodismo, porque nacemos y crecemos por una dejación de los medios tradicionales, que no les interesaba lo que ocurría en el mundo. Tras la crisis de 2008, lo primero que hicieron fue cargarse las corresponsalías. Muchos medios han apostado por un producto muy barato, lo cual es legítimo, pero tiene consecuencias. Es grave a medio plazo, porque entre la población habrá un empobrecimiento generalizado sobre estos temas, que tienen un impacto en nuestra vida diaria.
Los mapas, gráficos e infografías que elaboráis son algo muy icónico de vuestro proyecto.
Es un valor diferencial que hemos conseguido, que es reconocible y hace que le suenes a la gente. En EEUU montaron hace poco una exposición de infografistas y cartógrafos españoles que habían trabajado para medios estadounidenses. En España hay una muy buena escuela, pero no tuvieron oportunidad laboral aquí y salieron. Esa habilidad que no se explota, fuera, que saben muy bien cómo usar esos productos, sí que lo hacen. Está claro que es caro, complicado de elaborar y sofisticado, pero da valor.
Que analicéis fenómenos culturales como Dune o Fallout ¿crees que os permite ensanchar esa diferencia?
Aporta un valor añadido, pero si vas a The Economist encostrarás este tipo de artículos. El problema es que aquí se tiende a pensar que cuanto más complicado es un texto, mejor. Y es todo lo contrario. Nosotros planteamos que si todos estos elementos culturales te ayudan a entender mejor el mundo, es algo a incorporar. La gente no se relaciona con las relaciones internacionales de forma teórica, pero sí cuando pone gasolina o hace la compra. O consigues explicar el trasfondo que hay tras eso, o no los captarás jamás. Hay que explicar que tras la serie o el disco que escuchas hay política. En España venimos de un déficit tan profundo sobre temas internacionales que requiere de un esfuerzo concienzudo. También se nota mucho la brecha generacional: la mayoría de boomers no se plantearán estas relaciones. Detrás de un videojuego hay política, pero igual alguien de 60 años no lo piensa así. Entre los jóvenes pasa lo contrario.
Nunca escondéis vuestras inclinaciones políticas, aunque siempre quedan en un segundo plano. ¿Cómo abordáis el debate de la objetividad? No tenéis una postura editorial tan marcada, y creo que eso os da mayor libertad.
Es un debate que seguiremos teniendo, pero no tenemos línea editorial, como el resto de medios. Si queremos explicar el mundo hay que renunciar a tomar cierta posición sobre qué es mejor o peor. Intentamos que la gente aprenda dando contexto, pero nuestro rol es evitar dar una visión concreta. ¿Es mejor pensar un tema con una perspectiva liberal o marxista? Quizás me valen elementos de ambas visiones. Si mi finalidad es entender algo, ¿qué más da que se extraiga el valor de las dos? Renunciar a tener una postura editorial es asumible a cambio de poder seguir divulgando. Además, nos da una imagen de cierta neutralidad. Eso no quita que tengamos unos límites, como que creamos que la democracia liberal es el mejor de los sistemas o que respetemos los derechos humanos.
Se tiende a valorar la geopolítica igual que la política estatal. ¿Cómo influye esto en la capacidad de los partidos españoles para manipular el discurso político sobre determinados países?
No creo que sea algo exclusivo de España, pero es evidente que una ciudadanía menos interesada en estos temas facilita que el gobierno legisle con mayor tranquilidad que si no existe un debate público. Me parece preocupante que no haya un debate sobre la inteligencia artificial y qué papel debe tener España en el comercio mundial con China, por ejemplo. Debería haber una posición consensuada. Me preocupa más que no exista una reflexión sobre país respecto a estos asuntos, que un debate sobre si el reconocimiento de Palestina es bueno o malo. En España, además de la falta de cultural en política internacional, hay una carencia de mentalidad estratégica. Somos excelentes en el plano operativo, pero malos pensando a futuro, con cierto pensamiento abstracto. Al final, los políticos salen del mismo sitio que la sociedad que representa.
Cuesta encontrar analistas al margen del eje pro-OTAN o en contra de la alianza atlántica.
Existe cierta homogeneidad, es cierto, pero en redes sociales encontrarás a patadas muchas posiciones diversas. Eso de estar ‘en contra' o ‘a favor' es reduccionista. Nosotros somos lo más otanista para mucha gente, cuando lo único que decimos es que hay que reforzar las capacidades europeas para no depender tanto y separarnos de esa organización. Las etiquetas son fáciles para crear unos marcos sencillos con los que elaborar la otredad, el nosotros y ellos. ¿Hay gente antiotan? Sí, y es lógico, la izquierda internacionalista, postcomunista, sigue pensando en marcos de Guerra Fría, tal y como se analizaba el mundo en los años ochenta. Luego está el postcomunismo que, tras la invasión de Ucrania, ha abandonado ese marco y se adapta para no caer en eso. O haces un esfuerzo por conocer lo que ocurre ahora o estarás hablando de un mundo que no existe. El clima en España es más europeísta que otanista. Se piensa primero en la Unión Europea y luego en la OTAN como seguridad, pero ¿cuál es la alternativa? Porque los críticos con la alianza, lo son también con Europa. Si compras todo o nada, la visión hará aguas. El mundo es muy complejo para explicarlo todo con un marco único.
¿Cuáles crees que son los límites históricos para que China pueda seguir ejerciendo el papel de moderador global y no bascule hacia un despliegue militar?
Es una pregunta difícil de responder, pero hay que asumir que estamos acostumbrados a que el mundo se organiza desde una perspectiva occidental porque así ha ocurrido en los últimos siglos. China tiene otra forma del ver las cosas, otra tradición política y filosófica, y no sabemos qué pasaría si tuviera el poder total. Si no lo ejercieran como lo han hecho las potencias occidentales, la cosa cambiaría mucho. Tienen una política exterior muy calculada, de no meterse en líos y premiar su propio crecimiento, y no es demasiado agresiva fuera de sus fronteras. ¿Se comportaría como las potencia occidentales o quizás se limitará a no hacer nada? Todo tiene consecuencias. El mundo, sin embargo, está diseñado bajo parámetros occidentales, lo que te obliga a actuar de una determinada manera.
¿Qué posibilidades reales hay de un conflicto abierto entre Irán e Israel y qué papel podría jugar China como mediador?
Un conflicto directo lo veo muy improbable, pero Israel juega con los hutíes y hezbolá, y está claro que Irán aspira a la destrucción del estado hebreo. Para ser mediador requieres de legitimidad, conocer ambas partes y tener una relación histórica. China no ha tenido esa experiencia sobre este conflicto porque ha estado encerrada en sí misma hasta hace muy poco. Los chinos importan petróleo del golfo Pérsico, pero ¿esa es su carta de presentación? EEUU ya hacía negocios en esta región en la Primera Guerra Mundial, por ejemplo. Desarrollar una diplomacia requiere décadas, hay que tener suerte y una posición clara, y si aspiras a ser una potencia, tendrás que entrar en conflicto con otros poderes. Si eres mediador lo eres por la fuerza. En la guerra entre Israel y Egipto, EEUU y la URSS les vinieron a decir: o lo arregláis u os destruiremos.
EEUU acaba de aprobar un paquete de ayuda militar y civil para Ucrania que secundaron menos de la mitad de los congresistas republicanos. ¿Si gana Donald Trump acabará la guerra?
Si gana en noviembre, el problema lo tendremos los europeos, que pagaremos el precio de esa elección que toman los estadounidenses. Retirarán buena parte del apoyo a Ucrania, y eso nos tocará. Ucrania podría ser tomada militarmente o se le impondrá una paz desventajosa. Es probable que Trump, en caso de ganar, vuelva a la guerra comercial y ponga aranceles porque se despierte con el pie torcido. La parte buena es que no se podrá volver a presentar más.
A no ser que haga como el presidente de Civil War. En el podcast No es el fin del mundo dedicáis un capítulo a esta película sobre una posible guerra civil en EEUU. Parece algo viable, pero ¿qué consecuencias tendría para el resto del mundo?
Salvando distancias, era el miedo que había cuando se intuía que la URSS colapsaría. ¿Qué pasaría con el arsenal nuclear y los países en su órbita? Pasaría algo parecido con EEUU. Muchas zonas quedarían como estados fallidos, donde el estado no tiene presencia. A nivel español se ha reducido mucho el comercio con EEUU, pero se perdería un turismo de alto poder adquisitivo. Se produciría un vacío de poder a nivel internacional, como cuando el profesor sale de clase y todos los alumnos se engorilan. ¿Ese hueco lo llenaría China, la Unión Europea o Rusia? ¿Habría una competencia por conseguirlo? ¿Habría ajustes de cuentas? Esos son los escenarios que se podrían dar.
El gobierno de Pedro Sánchez busca que España sea un actor relevante a nivel internacional. ¿Ambición personal o realmente tienen un proyecto?
Hay un proyecto de política exterior, pero claro, venimos de donde venimos. La época de José María Aznar fue buena y mala a la vez. Dio relevancia internacional a España, pero a rebufo de EEUU y Reino Unido, y le salió mal. Sufrimos el ostracismo por romper el consenso europeísta, y José Luis Rodríguez Zapatero tuvo mala relación con EEUU. Mariano Rajoy fue muy taimado, con una política exterior desapercibida. Es ahora, con Pedro Sánchez, que se intenta recuperar un poco la iniciativa. La política exterior no es el proyecto del presidente de turno. Sánchez es muy personalista para poner sobre sus hombros toda la política exterior. Eso tiene pros para conseguir cosas y la contrapartida de que si no has construido un andamiaje sólido, al irte, se pierde. A España le cuesta desarrollar una política exterior que no vaya de la mano de Bruselas. No tenemos proyección de nuestro poder blando, es decir, la capacidad de persuadir y atraer. El Instituto Cervantes no tiene proyección, como sí que pasa en otros países.
Pon algún otro ejemplo.
Del cocinero José Andrés, tras el ataque mortal contra los cooperantes de su ONG por parte de Israel, se dijo que fue un poco el que movió la balanza al criticarlos públicamente. España nunca ha sabido capitalizar para su estrategia de país a artistas, deportistas o cocineros reconocidos internacionalmente. Todo el mundo conoce a Javier Bardem, Andrés Iniesta, Pau Gasol o Rafa Nadal, pero no porque se les haya explotado. Hay una mentalidad estratégica muy pobre. Ahora que se critica el modelo turístico de Canarias, igual es hora de darse cuenta de que no harían falta 60 millones de turistas si hubiéramos tenido una estrategia de ganar más con 30 millones. ¿Prefieres diez británicos borrachos o un estadounidense con pasta que venga a ver museos? Es una estrategia que se puede elegir. Las consecuencias de hoy son decisiones tomadas hace 50 años. Pero tuvimos tiempo para tomar otro camino. Cómo será el turismo de dentro de 50 años se tendría que haber pensado hace 20 años. Ahora llegan más visitantes por el turismo prestado por los conflictos que hay en el Mediterráneo, pero las cosas pueden cambiar, la música dejará de sonar y te quedarás sin silla.
Para acabar: Marruecos fue el primer país del mundo que reconoció la independencia de EEUU y en los últimos tiempos usa a las personas que quieren cruzar la frontera como moneda de cambio. ¿Esa tensión irá a más?
Marruecos lo ha explotado hasta el infinito y el mito se ha hecho realidad. Para EEUU es como su niña bonita de África, sin duda. Marruecos nos tiene contra la pared, en parte porque nos hemos dejado arrinconar. Si tuviéramos una política más flexible con la migración, nos daría más igual que se abriera o no el grifo. Tienes pánico si le temes al agua. Si tenemos pánico a que 500 personas se lancen a saltar la valla de Ceuta, Marruecos lo utilizará. ¿Cuántos inmigrantes llegan cada año en avión a España? Decenas de miles, pero están 90 días y se quedan. Lo que hace cualquiera que quiera emigrar a un país. Nos tiene arrinconados por una dinámica que es minoritaria. Si Marruecos te manda 500 personas y, en vez de entrar en shock, las acoges y las incorporas o las devuelves más adelante sin hacer dramas, a la tercera ya lo dejan de hacer. La rentabilidad para ellos es astronómica porque les cuesta cero euros y ganan mucho. No estamos teniendo una conversación seria sobre cómo funciona el sistema migratorio. Si el común de los españoles sabe que por cada persona en patera llegan más en avión, podríamos tenerla. Explotan la irracionalidad de nuestro debate.