La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, es el mejor activo político de Unidas Podemos de cara a las próximas elecciones generales y la coalición a la que representa lo sabe. Por eso no solo han dado alas y total libertad de movimiento a la gallega, sino que en público y en privado avalan la estrategia planteada por Díaz. A pesar de no haber sido designada todavía como candidata oficial marca el paso y la agenda, y estos días así lo han contrastado los papeles.
Díaz, la defensora de miles de puestos de trabajo a través de los ERTE, la que día sí y día también centra el interés con sus intervenciones y respuestas a la oposición desde la bancada del Congreso de los Diputados, ha dicho desde el principio que trabaja para dialogar con la sociedad española, y espera que de ese diálogo surja un frente amplio a la izquierda del PSOE con el suficiente poderío para comandar, esta vez, la mayoría en el seno de un nuevo Gobierno progresista. En todo caso, se propone barrar el paso a las derechas a la Moncloa.
En el nuevo tablero político resultante de las elecciones autonómicas anticipadas en Madrid ha quedado claro que Díaz marca la pauta, al menos entre amplios sectores progresistas. Dice que a su alrededor no quiere ruidos ni egos, tal vez dos de los condimentos que llevaron a Íñigo Errejón a salir de Podemos y confeccionar su propia marca.
En las últimas semanas, cada vez que un periodista ha tenido la ocasión, tanto Errejón como Díaz han sido preguntados por si de buen grado volverían a coincidir bajo un mismo paraguas electoral. Para el de la Complutense resultará complicado exponer un motivo convincente para no sucumbir al carisma de Yolanda Díaz y con los suyos pasar a engrosar las filas de su candidatura.
Bien es cierto que Errejón y su entorno no han expresado mucha ilusión, hasta ahora, por compartir nuevamente papeleta con el partido que ayudó a crear y del que posteriormente discutió su liderato. Apuntan que no es el momento. Sin embargo, fuentes internas de Más País admiten que, de seguir así las cosas, no podrán negarse a la confluencia.
Hay varios motivos. Especialmente que en muchos aspectos ambos encarnan y apelan a un espacio político idéntico. Si Errejón no ha dado el paso aun, inciden algunos, es porque falta exactamente una eternidad para las elecciones generales. Con la aprobación de los presupuestos de 2022 sobre la mesa no es descabellado augurar que la legislatura del Gobierno de coalición agote su tiempo, con más o menos sustos parlamentarios amparados en su a veces inestable y otras veces suficiente mayoría.
Con esta proyección la cita en las urnas sería en algún momento de 2023. Errejón cree, y puede que de forma audaz, que anunciar ahora una unión de todos los sectores alternativos, ecologistas y feministas a la izquierda de los socialistas diluiría la potencia de su efecto. En términos futbolísticos, aun falta mucho para que el árbitro pite el final y muestre el camino a los vestuarios; el balón no ha hecho más que empezar a rodar.
Sin embargo, al pragmatismo que siempre ha abanderado Errejón le costaría justificar mantenerse alejado de la fórmula avalada por mujeres de peso como Ada Colau, Manuela Carmena, Mònica Oltra, la propia Díaz y otras tantas, habida cuenta además de que la exalcaldesa de Madrid no pone reparos de ningún tipo a una futura plataforma compartida. Fue de hecho su apuesta personal en todo momento.
En resumen. La propuesta de Díaz ha instalado a Íñigo Errejón en una encrucijada, pero es él mismo quien decide por su cuenta y riesgo mantener viva la intriga, a pesar de que todo el mundo coincida en su pronóstico. Recuerden, todavía queda mucho partido a dos años vista de las elecciones.