La salida de Pablo Iglesias del Gobierno de coalición ha elevado a Nadia Calviño a la vicepresidencia segunda, desde donde seguirá ejerciendo de garante de la ortodoxia económica de un Ejecutivo que en ocasiones tiene que hacer equilibrismos para conciliar las posturas de los dos partidos que lo integran.
Está por ver si el ascenso de Calviño supone decantar la balanza del lado socialista o si la presión de Unidas Podemos seguirá siendo la misma a pesar de la salida de Iglesias.
Lo que no cambia es que Calviño sigue al frente del área económica con el reto de impulsar la recuperación tras los estragos causados por la pandemia, en un momento en el que todavía hay mucha incertidumbre respecto a la vacunación, cuya culminación es clave para volver a la normalidad.
A punto estuvo el verano pasado de salir del Gobierno y liderar ese proceso como presidenta del Eurogrupo, un puesto al que se presentó avalada por sus doce años de trabajo en la Comisión Europea donde los últimos cuatro (2014-2018) desempeñó el cargo de directora general de Presupuestos.
Su perfil técnico y su credibilidad en Europa llevaron a Pedro Sánchez a auparla a la vicepresidencia tercera del Gobierno cuando la economía empezaba a desacelerarse y las políticas pactadas con Podemos despertaban recelos en algunos ámbitos económicos, aunque al final ha tenido que enfrentarse a una crisis económica inédita en la historia reciente del país.
Su departamento ha coordinado muchas de las medidas para frenar el impacto económico de la covid-19, como los avales del Estado a los préstamos a empresas, los incentivos a los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) o el reciente plan de ayudas directas al sector empresarial de 11.000 millones de euros.
Algunas de estas medidas, como las ayudas a los ERTE, se han hecho con acuerdo de patronal y sindicatos, un logro que Calviño también ha reivindicado para su ministerio, cuyos «planteamientos equilibrados» cree que han propiciado los pactos en el diálogo social.
Sin embargo, desde el ámbito sindical se ha acusado en ocasiones a la vicepresidenta de asumir la postura de la parte empresarial en asuntos como la derogación de la reforma laboral.
En la anterior legislatura ya dejó claro que le parecía poco productivo deshacer la reforma laboral de 2012 y en la actual ha evitado defender en público la derogación de los aspectos más lesivos de aquella ley, a pesar de formar parte del acuerdo del Gobierno de coalición.
Calviño insiste en que hay que dejar de mirar al pasado y que la prioridad en materia laboral debe ser atajar la dualidad existente entre trabajadores temporales e indefinidos mediante la reorganización de los tipos de contrato.
Nacida en A Coruña en 1968, Calviño es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y en Derecho por la UNED, y pertenece desde 1994 al Cuerpo de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado.
Antes de dirigir el Presupuesto europeo, Calviño había sido directora general adjunta en materia de servicios financieros en la Dirección General de Mercado Interior y Servicios de la CE (2010-2014) y ocupado este mismo cargo en Fusiones y Defensa de la Competencia, en la Dirección General de Competencia del Ejecutivo comunitario (2006-2010).
Previamente había trabajado en España como funcionaria del Estado en diferentes ministerios, y antes de entrar en el sector público fue consultora para firmas de abogados y profesora asociada en la Universidad Complutense de Madrid.