Después de que Pedro Sánchez haya anunciado que durante los próximos días se aprobará un plan para la inmunización masiva de gran parte de la población española, fluye de forma inevitable una pregunta: ¿Qué vacuna será la mía? Pfizer, Moderna, la de Oxford...
Y por lo visto, la respuesta es contundente: no podremos elegir. Hace tiempo que el mundo aguarda expectante a los resultados de los trabajos de los diversos laboratorios que se embarcaron en la carrera por lograr una vacuna contra la COVID-19, pero todavía no está claro quien llegará el primero. Fundamentalmente, por aspectos referidos a la producción y distribución.
El Gobierno prevé vacunar a los grupos de riesgo durante el primer semestre de 2021, aunque todo apunta a que a finales de diciembre se distribuyan en Europa las primeras dosis de Pfizer y AstraZeneca. Son las compañías que llevan ventaja. Sus ensayos son prometedores, si bien los rusos mantienen que sus científicos afinan una cura con resultados prometedores. El problema es que casi nadie se lo cree.
La Unión Europea tiene sellados acuerdos de compra con estas dos farmacéuticas y se ha reservado un mínimo 1.305 millones de dosis. Y los cálculos apuntan que a España le corresponderían casi 200 millones de viales.