Un vídeo publicado en las redes sociales por parte del Ajuntament de Barcelona sobre la necesidad de «romper el silencio» ante actitudes machistas ha generado un enorme revuelo, y no precisamente por su contenido: muchos han criticado la discriminación institucional a los castellano hablantes en la capital de Cataluña.
En el mencionado vídeo aparecen tres jóvenes. Dos de ellos parecen estar viendo a través del móvil un vídeo sexual de una chica, y se jactan de ello en castellano. El tercero reprueba su actitud, y lo hace en catalán.
Esta distinción lingüística ha levantado ampollas entre numerosos usuarios, que entienden que esta selección no es casual. Al contrario, es perfectamente intencionada y milimetrada, siguiendo una lógica de «buenos y malos».
El vídeo está ahí y esas son las opiniones; se trata a todas luces de una realidad. Lo que ocurre es que es una realidad parcial, sesgada.
Quizás los que han respondido iracundos ignoran, a sabiendas o por desconocimiento real, que ese no es el único vídeo que el consistorio barcelonés ha publicado sobre el tema en una campaña más amplia. En otros, como el ejemplo que tenemos aquí, el que asume el papel de contrapeso feminista también habla en la lengua de Cervantes.