Los tenientes de la Guardia Civil del 20-S han relatado el «escenario de tensión» de aquel día, en el que, en su opinión, era «casi suicida» salir de la Conselleria de Economía a pie por un pasillo de civiles porque les habrían «machacado», y en el que se planteó la opción de disponer de un helicóptero con los pilotos preparados.
Sus testimonios en el juicio del «procés», claves en la acusación de rebelión de los acusados, sobre todo de los Jordis, han coincido a la hora de dejar claro el riesgo que corría la comitiva judicial para salir del edificio ante una aglomeración de 45.000 personas y una superioridad de 2.200 a uno, según los cálculos de uno de ellos.
La imagen que han dejado los tenientes en el Tribunal Supremo es la de unos concentrados, cuya actitud fue «variando» a lo largo del día hasta el punto de que fueron testigos de un «intento de asalto» cuando se percataron, ya de madrugada, de que la puerta, maciza y de unos cinco metros, «se estaba viniendo abajo», han dicho, ante la presión de la gente, lo que obligó a los agentes a sujetarla.
Un panorama «exagerado», a juicio del jefe del dispositivo de seguridad, con unos manifestantes que insultaban, lanzaban botellas e incluso amenazaban con gestos simulando cortarse el cuello a los agentes apostados en la puerta.
Todo ello llevó a dos mossas d'Esquadra a advertirles: «Si salís con las cajas, os matan», ha relatado el jefe de la comitiva judicial, a quien el tribunal ha pedido que fuese igual de ilustrativo con todas las partes, tras varios 'no recuerdo' a preguntas de las defensas.
Ante este escenario, el responsable de seguridad pidió a la comitiva que permaneciesen juntos y que «si oían algo raro», subiesen a la azotea para favorecer un plan de evacuación, un lugar al que él previamente había accedido para observar la zona.
Lo hizo, según ha explicado, por si, en «caso de emergencia», era necesario disponer de un helicóptero para evacuar a la comitiva, una posibilidad que ya le había planteado a su superior: «Le dije: 'Hay un helicóptero en la base, ten a los pilotos preparados para llevar a la letrada'».
Este planteamiento ya había sido sugerido por la secretaria judicial, que salió en torno a la medianoche por la azotea a un teatro contiguo. Horas más tarde, sobre las cuatro y después de que hubiesen intervenido los antidisturbios de Mossos, salió la primera tanda de agentes. El resto lo hizo a la siete de la mañana.
Lo que tenían claro ambos tenientes aquel día es que la solución de Jordi Sànchez de que los agentes de paisano y la secretaria saliesen por un pasillo de voluntarios haciéndose pasar por funcionarios no era válida. «No se podía salir de ahí», ha dicho uno, que ha recalcado que si «la masa» rompía el pasillo, podía «ser un desastre».
Por eso, el jefe de seguridad rechazó «desde primera hora» la alternativa del expresidente de la ANC, que se erigió en «interlocutor válido de la masa» y mantuvo numerosas conversaciones con ambos tenientes, en las que llevaba «la voz cantante» y llegó a discutir sobre temas de seguridad con la Guardia Civil.
Algo «esperpéntico», a ojos del jefe de la comitiva, que ha relatado cómo la intendente de los Mossos Teresa Laplana (acusada de sedición en la Audiencia Nacional) aceptaba sus propuestas, y que le ha quitado valor a la supuesta «actitud colaborativa» de la que presumía Sànchez cuando en realidad «nunca accedió» a sus sugerencias.
Durante el juicio, varios testimonios han presentado a Sànchez como el interlocutor en materia de seguridad el 20-S: el exconseller Forn dijo que pensó que podía «disminuir la tensión» aunque desconocía si negoció la salida de la comitiva; y el mayor Trapero declaró que Forn le llamó comunicándole que Sànchez se pondría en contacto con él «para intentar mediar».
A juicio de los tenientes, tampoco garantizaba la seguridad la vía que sugería Sànchez para que entrasen los detenidos -tres responsables de la Conselleria, uno de ellos Josep María Jové, estrecho colaborador de Oriol Junqueras-: otro cordón por el que éstos fuesen «libres», a pie y acompañados de agentes.
Por todo ello, un teniente le pidió, «con camaradería», que desconvocara la concentración. «La gente no me lo va a permitir, no puedo hacer eso, compréndeme», le contestó Sànchez, que «hablaba bastante» en unas «horas de la noche» en las que el oficial ha reconocido que ya «desconectaba un poco».
Menos tiempo han dedicado los tenientes al líder de Òmnium, Jordi Cuixart, que, cómo Sànchez, también está acusado de rebelión y se enfrenta a 17 años de cárcel.
Ambos han limitado su actuación, que la Fiscalía equipara a la de Sànchez, a su presencia en una reunión con agentes a las 21.30 horas, y a un momento en el que se acercó cuando uno de ellos hablaba con Sànchez para comentar una noticia que supuestamente informaba de una intervención estatal de TV3. «Les digo que nada: 'Si aquí no hay tele, no tengo ni idea de esta noticia'», le manifestó el jefe de seguridad.
Quien también estuvo ahí fue Junqueras que, según este testigo, le dijo «que tenía que entender que era la voluntad del pueblo"; así como el exdiputado de JxSí Lluis Llach y la exdiputada de la CUP Mireia Boya.
Los tenientes también han recordado el episodio de los coches destrozados de la Guardia Civil. De hecho, a diferencia de lo que dijo el que fuera jefe del instituto armado en Cataluña, Ángel Gozalo, ambos mandos han afirmado que tenían en su interior armas largas (y no escopetas de proyectiles de goma) y que entre los objetos robados había una caja de munición.