Cuatro guardias civiles han relatado este martes en el juicio del «procés» escenarios de violencia inspirados por la «rabia descontrolada» de la gente, entre los que han incluido «agresiones» de Mossos, testimonios que han enervado a las defensas, con constantes advertencias de falso testimonio de los agentes.
Han tenido que pasar 18 días para escuchar a los primeros guardias civiles que actuaron sobre el terreno en los registros del 19 y 20 de septiembre así como en el 1-O, quienes han hablado de ataques, lluvia de golpes, amenazas de muerte, mordiscos, lanzamientos de sillas y botellas, riesgos de asaltos a edificios y vehículos, y agresiones por parte de los ciudadanos e incluso de algunos mossos, ante la mirada atónita de las defensas y acusados.
Todo ello ha ocurrido en la jornada más tensa que se recuerda en el juicio, con numerosas advertencias de falso testimonio de las defensas al tribunal porque, a su entender, los agentes estaban incurriendo reiteradamente en falsedades cuando han detallado ejemplos concretos de violencia, a todas luces irreales para los abogados.
La tensión ha sido palpable cuando uno de los guardias civiles ha descrito la «gravísima» violencia que se vivió en el registro de la Conselleria de Exteriores que, por momentos, según ha dicho, superaba al relato policial de la de Economía, donde se produjo la multitudinaria concentración del 20-S.
Tal era el malestar de las defensas que han solicitado sin éxito al tribunal que se visionaran unos vídeos incorporados a la causa que detallan un panorama que nada tiene que ver con ese «capítulo de terror total» que, según el agente, le llegó a revelar el alto cargo del Govern detenido en el registro de Exteriores y que dejó «horrorizada y temblando» a la secretaria judicial.
En un detallado relato, ha descrito «el ambiente muy agresivo» de los 300 concentrados con «caras de mucha rabia» que protagonizaron una «lluvia de golpes», «zarandeos» y «lanzamientos de botellas» que culminó con un hecho «inaudito» que no había visto jamás en su carrera, cuando los ciudadanos intentaron sustraer al detenido, el cual, según el agente, «no daba crédito a lo que estaba viviendo».
Pero con las defensas ha rebajado el tono pues, pese a la gravedad de la situación que ha narrado, no hubo heridos, ni daños a los coches, ni actos concretos de asalto. Tampoco hicieron uso de la fuerza, no tuvieron que sacar sus armas de manera disuasoria y aquella «lluvia de botellas» no sabe «si eran dos o eran cinco».
Quien no ha quebrado su exposición ha sido otro agente que ha contado que el 1-O sufrieron agresiones y que se dieron enfrentamientos «propiciados» por los Mossos, hasta el punto de que uno llegó a decir que «solo» obedecía al mayor Josep Lluís Trapero.
Entre esos episodios, según ha enumerado, se encuentra un intento de sustracción de un arma y de atropello con una moto en Sant Esteve Sesrovires, patadas en la cabeza a agentes o el lanzamiento de una silla metálica contra un agente en Sant Joan de Vilatorrada, o de varias sillas de madera y una botella de cristal en la escuela Castell.
También se dio otro intento de atropello, ha añadido, en Castellbisbal, gente que se abalanzaba sobre la caravana de vehículos en Dosrius y en Sant Andreu de la Barca (donde un detenido mordió la mano a un agente), y en Sant Iscle de Vallalta la masa llegó a retirar el escudo, el casco y la defensa a un guardia civil.
Sin ofrecer tantos detalles, otro guardia civil ha asegurado que el 20-S era «imposible acceder» con el detenido Josep Maria Jové, mano derecha de Oriol Junqueras, a la Conselleria de Economía para practicar el registro habida cuenta de las personas concentradas. Y apuntando directamente a Jordi Sánchez, ha asegurado que cuando contactaron al exlíder de la ANC, éste dijo que no permitiría que entrara «ningún vehículo de ninguna comitiva». Esto ocurrió después de finalizar el registro en casa de Jové, con «300 o 400 personas» gritando en contra de la Guardia Civil y con tractores bloqueando las calles, una situación que, según el agente, no le inspiraba «confianza» de que no fuese a pasar «ningún incidente», por lo que pidió ayuda de los antidisturbios para salir.
Menos tensa fue la situación del registro a la sede de Unipost en Terrassa (Barcelona), donde se intervino abundante material electoral, y donde los concentrados tampoco permitieron el acceso.
Finalmente y gracias a la actuación de los Mossos, un agente ha dicho que consiguieron practicar el registro con normalidad y salir dos horas y media después, siendo necesario que la Policía catalana usase «la defensa» en momentos puntuales para permitir su salida.