El grueso de los podemitas mallorquines están con Pablo e Irene. Les gustará más o menos (más bien menos) el numerito de la compra del chalet-piscinero-casita de invitados de Galapagar, pero han decidido tragar saliva y aguantar el chaparrón porque «lo indudable es que sería peor el remedio que la enfermedad. Si ahora caen habrá terremoto en el partido».
Dentro de Podemos y a nivel de toda España ya se manejan sondeos que indican que Pablo e Irene ganarán «de calle» esta consulta a sus azoradas bases. En estos momentos, un 60% está a favor de mantener a la pareja y al chalet en sus puestos, un 30% prefiere echarlos y el resto duda. El resultado final sería de en torno del 65-66% por la continuidad y sólo un tercio votaría retirarlos de la primera línea. De hecho, incluso líderes del sector anticapitalista ya han expresado su intención de no mover un dedo contra Pablo e Irene, mientras los errejonistas tampoco se mojan ni enseñan la cresta «porque saben que aprovecharse de este patético esperpento no es la manera de hacerse con el poder». El voto en su contra será inconexo, de descontentos de la base sin influencia efectiva con el aparato. «Lo tienen ganado».
Pero la procesión va por dentro. En Palma recuerdan que Pablo e Irene ya metieron la pata hace dos años cuando se fueron a comer caldereta de langosta a un restaurante de postín del Es Portitxol después de su mitin para descamisados en el Parc de Sa Riera. Aquello ya sentó como un tiro a mucha gente. Pero lo de ahora ya es una vía de agua en la línea de flotación. Una vía lenta, pero a la larga implacable.
Pablo e Irene han traspasado una línea que jamás se atrevieron a cruzar los revolucionarios de generaciones pretéritas. Han quebrado la Segunda Tesis de Karl Marx sobre Feuerbach, que para sus abuelos políticos era literalmente sagrada. Dice así: «Es en la práctica dónde el hombre debe demostrar la verdad. La verdad no es un problema teórico, de pensamiento o de ideas; es un problema práctico. Las ideas se demuestran en la práctica. Lo demás es verborrea (retórica) escolástica». Las personas dan la medida de sí mismas por lo que hacen, no por lo que dicen. Y ya no hablemos de los líderes que están donde están y viven como viven por reclamar el voto a los que menos tienen: a los jóvenes, a los pobres, a los que han perdido la esperanza...Si no son capaces de vivir con digna austeridad estafan el alma de sus votantes.
La austeridad revolucionaria no es ni complejo de ermitaño contemplativo ni cutrez existencial; la austeridad revolucionaria es ejemplo, es espejo y en el caso de los líderes, es faro y guía. Y Pablo e Irene llevan años predicando que ellos son hijos legítimos de esa izquierda austera y digna. Por eso el asunto de Galapagar ha quemado tantas entrañas.
Sus cuadros y bases les mantendrán en la poltrona. La parejita volverá a estar junta en el Congreso decidiendo el destino de todos ellos. Pero ya nada volverá a ser lo mismo para Podemos, al menos hasta las próximas elecciones. Se acabaron las descargas contra Eme-Punto-Rajoy por los supuestos cobros de sobres en negro por parte del presidente Gobierno. Bastará que Mariano les responda: «Ustedes digan lo que quieran, pero yo no tengo ni casa de madera para invitados, ni chalet con piscina, ni más de mil metros cuadrados de jardín muy bien cuidado». Por una casa en Galapagar bastante hortera (con tinaja incluida), Pablo e Irene han perdido parte de su alma. Sus bases les apoyarán (ahora). Pero ambos ya son, como dicen los politólogos yanquis, dos 'patos cojos'. La derecha jugará al tiro al blanco con ellos. Y con los sueños de cinco millones de votantes.