Tras la declaración de independencia de Puigdemont, Rajoy aplicó el 155 por decisión propia y convocó elecciones el día antes del sorteo de Navidad por imposición de Bruselas. Ahora todo se juega a cara o cruz, con la Unión Europea callando y observando con lupa. Se ha llegado a una crisis descomunal con todos los puentes rotos y con barrotes de por medio. Ni el más mínimo diálogo en tiempos de imputaciones, cárcel y huidas a Bélgica. No hay pacto posible. Sólo vencedores y vencidos ¡en pleno siglo XXI! Y las encuestas no auguran nada bueno: un resultado ajustadísimo y la casi imposible formación de un Govern pase lo que pase. Si vencen los independentistas, Rajoy impedirá que se conforme un nuevo Executiu. Y si no llegan al 50 por ciento de escaños la cosa quedará en manos de los comunes...No hay salida posible. Rajoy, que tiene la experiencia de la anterior legislatura, en la que se pasó medio año con las instituciones atascadas, sabe que ésta es una situación en la que saldrá ganando.
Tal vez se tenga que volver a votar dentro de medio año, con el 155 en pleno vigor y con 'tiempo suficiente' para hacerse con el control de TV3 y de las instituciones de autogobierno, que ahora viven un impasse de sólo 50 días. Pase lo que pase, el asunto va para largo. Moncloa busca una Catalunya ingobernable... y puede lograrlo.
El problema serio de verdad es que no se produzca una algarada social en este impasse. Las instituciones europeas seguirán apoyando a Rajoy si el nuevo Parlament queda taponado, ¿pero qué pasará si se producen algaradas en las calles reclamando el regreso de Puigdemont y la liberación de Junqueras, Sànchez y Cuixart? Seguro que Rajoy lo ha pensado, pero de momento el tiempo corre a su favor: El 21, elecciones; el 22, los niños de San Ildefonso; el 23, el Real Madrid-Barça; el 24, Nochebuena con mensaje real; el 25 turrones y...suma y sigue. ¿Hay margen para tumutos callejeros con una agenda social tan apretada?
Eso ya pasó con las elecciones generales de diciembre de 2015, en que el PP perdió un tercio de los diputados. Acto seguido: las fiestas navideñas...Y ya digerido el roscón de Reyes y con todos en plena modorra, comenzaron las presiones empresariales sobre Pedro Sánchez para que no pactase con Podemos. La digestión del pavo de Navidad fue la auténtica tabla de salvación de Mariano.
Ahora pasará tres cuartos de lo mismo. El asunto catalán va para muy largo y desfallecerá de agotamiento con el tiempo. Sólo una clara victoria independentista en votos podría calentar el cotarro de manera insoportable. Pero eso es casi imposible. Cualquier resultado será ajustadísimo. Y cuando se trata de estos aprietos, Rajoy es el amo de aguantar el tipo aunque se seque el Mediterráneo. Hace política de casino: par o impar, cara o cruz. Pase lo que pase, saca provecho de la situación. A la larga, dejará un solar. La herida tardará lustros en cicatrizar. Pero a corto y medio plazo mueve las piezas a su conveniencia con desesperante habilidad.