José Manuel Maza, fiscal general del Estado, y gran abanderado constitucional de hacer caer todo el peso de la ley contra el referéndum catalán convocado para el 1-O, ha tenido un lapsus que él mismo trata de corregir, que en realidad es toda una revelación de su pensamiento jurídico-político. Ha dicho que los líderes catalanes han 'abducido' a muchos de sus conciudadanos para que apoyen la independencia. Es lógico que Maza intente distinguir entre dirigentes y ciudadanos separatistas porque sabe que a lo sumo puede imputar y sentar en el banquillo a mil o mil quinientos catalanistas, pero no a los cerca de dos millones que se movilizaron el 9-N. Maza sabe que es imposible habilitar campos de concentración para dos millones de europeos aunque se utilizasen para ello las dos anchas y semideshabitadas Castillas. Por tanto, va a descargar su inmensa fuerza legal sobre los mil malvados de siempre, dejando tranquilos a los dos millones porque fueron hipnotizados y subyugados, es decir, 'abducidos' cual vírgenes menores de edad, víctimas de un estupor intelectual e ideológico perpetrado por agentes del demonio.
De ahí que a Maza se le escapase la figura canónica de la 'abducción'. Esta figura pasó a formar parte de la legislación canónica en el concilio de Trento (1541-1563), en pleno auge de la Contrarreforma y cuando el orbe católico estaba dominado por al Santa Inquisición, los tercios de Carlos V y el oro de las colonias. Aquella España martillo de herejes imponía su ley católica con la punta de la espada. En Trento, en tiempos de quema de protestantes, y cuando los obispos debatieron las causas del impedimento para contraer matrimonio, aportaron dos a las trece ya existentes: la 'abducción' y el secuestro de la doncella para obligarla a casarse.
La 'abducción' no es una figura canónica en desuso. Recientemente lo ha utilizado un marido en Mallorca en su denuncia canónica contra un obispo (ahora destituido) por haber 'abducido' a su esposa, es decir, aprovechar su poder, carisma y superioridad intelectual y moral como jerarca de la Iglesia para 'obnubilar' a la mujer.
Por tanto, y vistos los antecedentes, llama la atención que el concepto trentino de la 'abducción' salga a colación en un conflicto político de enorme calado, en pleno y democrático siglo XXI, con la intención de castigar sólo a mil y lograr así que dos millones vuelvan a ver la luz de la verdad cual pastorcillos de Fátima. Suena a visión casi medieval de la realidad. De hecho, dada su edad y biografía, Maza estudió Derecho (incluido el Canónico) durante el franquismo y sacó las oposiciones en 1975. Hay que comprender que tenga 'lapsus'. En aquellos tiempos la pena de muerte estaba vigente y el adulterio se castigaba con la cárcel si no mediaba perdón del marido. Eran tiempos duros de dictadura, pero no tanto como en aquel siglo XVI cuando Trento abrazó la figura de la 'abducción'.
Porque tal vez ése sea el fondo del conflicto catalán. Poca democracia hay en este pulso cuando el presidente Rajoy, que ya logró abortar hace unos años la reforma del Estatut, ha convertido el anticatalanismo en ideología 'mesetaria-cazavotos'. Rajoy ha roto todo puente de diálogo democrático con los dirigentes de la Generalitat. Y lo ha dejado casi todo en manos de Maza y sus 'lapsus'. Vivimos la exaltación del bien y la demonización del mal. La balanza de Temis podría desnivelarse un poco con lapsus de hace casi medio milenio. Los dirigentes catalanes, que tienen mayoría absoluta en su Parlament, deben ser castigados por abductores, por ser contrarios a la verdad revelada. Han de ser castigados por pecadores satánicos. Eso fue Trento.
No es la primera vez que la 'abducción' es utilizada al abordar la cuestión del separatismo catalán. En otra hora trágica también lo fue, además en aquella ocasión con exaltación del machismo. En 1939 Franco ocupó Catalunya con los 82.000 hombres del Cuerpo de Ejército Marroquí al frente y mientras 400.000 personas huían hacia la frontera en uno de los mayores éxodos de la historia de Europa. Entonces, Ernesto Giménez Caballero, autor de 'Genio de España' y considerado uno de los máximos ideólogos del primer franquismo, pronunció un discurso abductivo-conquistador para justificar aquella ocupación militar: «Los españoles de tierra adentro, los españoles de verdad, aman a Cataluña como se quiere a una mujer: con pasión». Giménez justificó la abducción a la brava. Maza, en tiempos democráticos, no ha llegado a tanto. Algo es algo.