Tras la bofetada sufrida por el PSOE en Euskadi y Galicia es seguro e inapelable que la reina de Sevilla, Susana Díaz, ya prepara su venganza contra Pedro Sánchez y sus más firmes aliados, al frente de los cuales está Francia Armengol. Menos mal que no puede presentarse en Madrid con sus mesnadas porque tendría que cargar sus bien alimentados camellos con el escándalo de los ERE y tiene que ir con mucho cuidado. Pero lo seguro es que la sultana va a abortar el intento de Pedro de pactar con Pablo Iglesias, Puigdemont y Urkullu para alcanzar la presidencia del Gobierno y echar a Rajoy. A la sultana, que tiene a su autonomía muy bien engrasada por Madrid, le da más miedo este pacto que a Boabdil la caída de Granada.
Además, tiene a su lado a los jefes de las autonomías que reciben mucho más dinero del que aportan: Vara, Page..y a los resentidos de siempre, como Carme Chacón o Eduardo Madina. Tiene a un ejército más que respetable para forzar a Sánchez para que deje gobernar a Rajoy, es decir, para que se suicide políticamente. Como es lógico, Pedro se negará y continuará luchando, pero Susana y su tropa muy pronto se quitarán la careta y no tendrán ningún reparo en desfilar por las cadenas televisivas madrileñas de derechas para proclamar la asfixia hacia su secretario general.
A Sánchez sólo le queda una carta: el propio Mariano. Tal es el cacao que ha montado la reina mora dentro del PSOE, que a Rajoy le conviene mucho más ir a terceras elecciones que presidir un Gobierno sujeto a un Congreso que en la actualidad no controla. Todas las condiciones objetivas conducen a las terceras elecciones. Le interesan a Rajoy, que ve muy cerca poder formar Gobierno con los cachorros de Ciudadanos, y le interesan a Sánchez, que ante un nuevo ambiente electoral se salvará durante un par de meses largos de las embestidas de la sultana, interesada sobre todo en que no le corten el chorro del dineral que le da Madrid para que enseñe dientes y pezuñas a catalanes, baleares, valencianos y a todos los que pagan mucho más de lo que reciben.
Habrá que ver como reacciona Francina Armengol. La inquera es tozuda como ella sola, como ya ha demostrado en los procesos de primarias que ha encabezado en el PSIB. El cante de los Morancos no la espanta. Es seguro que seguirá animando a Sánchez para que estructure en Madrid un pacto a la balear. Y si le tiene que enseñar los caninos a la reina mora, lo hará con coraje y determinación. Para ella las cosas no han cambiado tras la celebración de los comicios catalanes y vascos. De ninguna de las maneras.
La lectura de las elecciones de este domingo señala que en Galicia y Euskadi se ha votado en clave interna. Feijoo ha hecho una campaña galleguista que nada tenía que ver con el españoleo anticatalanista de Rajoy en Madrid. Feijoo ha hablado casi siempre en gallego, ha escondido las siglas del PP, ha procurado que Mariano apareciese lo menos posible y ha hecho de las claves gallegas la bandera de su victoria. Su apellido ha aparecido confundido con el mapa de Galicia. En Euskadi los partidos partidarios del derecho a decidir (PNV, Bildu y Podemos) son claramente mayoritarios, aunque no se entiendan entre ellos. Pero está claro que los vascos han votado en vasco.
Eso es lo que le deben transmitir Pedro y Francina a la sultana, para que no se cuelgue medallas de manera interesada. Vamos hacia un nuevo modelo de Estado español donde dos fuerzas hegemónicas ya no lo pueden decidir casi todo. Y si una de estas fuerzas se pone a plantar líneas rojas a su propia gente, puede cargarse todo el invento. El futuro pasa por integrar a la periferia bilingüe (como demuestra Feijoo), no por ejercer de separadores o marginadores. Integrar es comprender el mañana en tolerancia. Quien reparte carnets con líneas rojas lía el ovillo y los convierte en un laberinto. Sánchez, con la ayuda de Francina y de Iceta aún tiene argumentos para torear a la sultana. Pero eso será después de las terceras elecciones. Ahora les toca sufrir la navaja afilada de la reina del Guadalquivir, aliada objetiva de Rajoy en su legítima y compleja lucha por establecer un gobierno de centro-derecha con mayoría en el Parlamento. Le basta llenar las arcas de la Junta de Andalucía para lograrlo, con la consiguiente calderelilla para extremeños y manchegos, por supuesto. Paga Baleares.