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Campaña electoral hacia el 20-D

La corrupción, tema polémico en un debate a cuatro que no deja entrever pactos postelectorales

De izquierda a derecha, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez; el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias; el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y la vicepresidenta del Gobierno y candidata por Madrid al Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, antes del debate televisivo. | Efe

| Madrid, España |

El debate a cuatro en Atresmedia no ha conseguido despejar la incógnita clave de las elecciones: los pactos postelectorales, aunque el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, han descubierto sus cartas.

Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, ha esquivado la pregunta de los moderadores -Ana Pastor y Vicente Vallés- afirmando que su partido, segundo en las encuestas, es el único que garantiza el cambio, algo parecido a lo que ha hecho el candidato de Podemos, Pablo Iglesias, que trabajará para ganar los comicios.

Rivera -que pisa los talones a los socialistas, según el barómetro preelectoral del CIS- ha dejado claro en cambio que no va a apoyar ni el proyecto del PSOE ni del PP en el caso de no lograr la victoria el 20D, aunque no bloqueará al partido más votado que forme gobierno.

Clara también ha sido Sáenz de Santamaría quien ha reiterado que el PP solo gobernará si es el partido más votado y ha subrayado que los tripartitos «de perdedores» dan «miedo».

Sin duda la corrupción ha provocado uno de los momentos más tensos del debate, especialmente entre Iglesias y Sáenz de Santamaría, cuando el aspirante de Podemos le ha echado en cara los casos de corrupción del PP y ha recordado el mensaje que Mariano Rajoy envió a su tesorero Luis Bárcenas: «Sé fuerte, Luis».

La vicepresidenta ha contraatacado recordando a su vez la regularización fiscal de uno de los cofundadores de Podemos, Juan Carlos Monedero. «Paga señor Monedero, paga», le ha replicado.

En el primer bloque del debate, sobre economía y estado del bienestar, la vicepresidenta se ha defendido de los ataques de sus rivales sobre la precariedad del empleo y los sueldos bajos recordando que el Gobierno ha logrado que España remonte la crisis y evitó el rescate.

Ha recordado a sus tres rivales que hablar es «muy fácil», pero gobernar «muy difícil» y ha dicho que le hubiera gustado haberles visto sentados en el Consejo de Ministros en los momentos más duros de la crisis cuando el Ejecutivo tenía que afrontar el pago de prestaciones sociales a 17,6 millones de personas.

Pese a que Iglesias ha mostrado bastantes puntos en común con Sánchez en la estrategia económica a seguir, ha reprochado a los socialistas que el PSOE sea «incapaz» de cumplir sus promesas, algo que, asegura, él no hará.

El debate, muy dinámico, ha transcurrido con interrupciones, constantes: «te veo muy nervioso, Pedro « o «nerviosa» cuando se dirigía a Sáenz de Santamaría, la coletilla más recurrente de Iglesias ante sus oponentes.

Las de Sánchez -«¡Madre mía!» y «¡Dios mío!- se han escuchado también con cierta frecuencia, especialmente, en las intervenciones de la vicepresidenta o cuando Iglesias le acusaba de prometer cosas en campaña que luego no cumple en el Gobierno.

Al igual que ocurriera en el debate a tres, Rivera y Sánchez se han vuelto a enganchar con la propuesta del contrato único de Ciudadanos, una iniciativa que ha hecho coincidir a los candidatos del PSOE y de Podemos al asegurar que abre la vía al despido libre.

La tensión del debate no ha conseguido romper el aplomo y la tranquilidad que han aparentado Pedro Sánchez y Soraya Sáenz de Santamaría, ha evidenciado que, quizá por ser profesor, Pablo Iglesias tiene más soltura en ese formato -de pie y sin un atril en el que apoyarse- y ha mostrado a un Albert Rivera más nervioso en gestos y movimientos.

Ha habido coincidencia también respecto a la situación en Cataluña con debates anteriores, ya que los representantes de PP, PSOE y Ciudadanos han criticado de nuevo el referéndum soberanista que defiende Podemos.

En esta cuestión, se han reproducido tanto las posturas como los comentarios. Así, el PP insiste en que no renunciará a la unidad de España o a la soberanía nacional, el PSOE defiende el modelo federal para el país, Rivera recalca que Cataluña «no es el Sahara» e Iglesias sostiene la necesidad de hacer política y recomienda ir a ver «Ocho apellidos catalanes» para valorar la pluralidad.

En la lucha contra el terrorismo de Daesh, un tema que se ha colado en esta campaña tras los atentados de París, ha habido casi un frente a tres contra Podemos por no firmar el pacto antiyihadista y, una vez más Iglesias se ha defendido afirmando que este terrorismo no se combate con más guerra.

«Este país no se merece un presidente como Aznar. Nunca más», ha puntualizado.

Por alusiones podía haber respondido el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, criticado por ceder su puesto en el debate a la vicepresidenta, sobre todo por Iglesias y Sánchez -quien ha comentado con sorna que estaría siguiendo el debate desde Doñana-, mientras la vicepresidenta respondía subrayando que el PP es un proyecto «compacto» y, por tanto, cualquiera puede defenderlo.

El azul y el gris han sido los colores elegidos por los contrincantes para este primer «cuerpo a cuerpo», para el que los líderes de Ciudadanos y el PSOE han llevado traje de chaqueta y la vicepresidenta una chaqueta de terciopelo azul marino y un pantalón oscuro.

Todos muy formales, salvo Pablo Iglesias que, como es habitual, iba sin corbata ni chaqueta pero que, en esta ocasión, ha optado por una camisa azul en lugar de la blanca que suele llevar.

Los representantes de los principales partidos han hecho todo tipo de posados en este debate inédito y que ha despertado una gran expectación: a la entrada, en un photocall instalado para la ocasión, en el plató antes de empezar y, después, al concluir, tras más de dos horas de discusión.

Una discusión que se ha organizado en torno a dos grandes bloques: economía y estado del bienestar y reformas institucionales, con una primera pregunta de actualidad sobre los pactos poselectorales y el «minuto de oro» final en el que los cuatro han puesto en valor sus respectivas propuestas.

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