El expresidente del Gobierno Felipe González ha advertido hoy de que España atraviesa una crisis institucional «muy seria» y ha alertado de que si no se reforman las instituciones -lo que exige también introducir cambios en la Constitución- entrará en «otro periodo oscuro» de su historia.
En un almuerzo coloquio organizado por la Asociación para la Defensa de la Transición, González ha estimado que se vive una «crisis institucional que galopa hacia una especie de anarquía disolvente» y que afecta a todos, desde la Monarquía hasta el último alcalde de un pueblo.
Tras recordar que ha sido republicano toda la vida y que el Rey lo sabe, ha apostado por la transparencia de la Monarquía y por reformas en su funcionamiento para evitar, por ejemplo, la preferencia del varón en la sucesión.
Sin embargo, ha rechazado que se pueda criticar la asignación presupuestaria que recibe la Casa, muy inferior a la de decenas de ejecutivos de entidades financieras.
En su opinión, también es «razonable y no caro» el sistema de financiación de las formaciones políticas, aunque sí debe cambiarse la ley de partidos y permitir a los ciudadanos tachar de una lista a los candidatos que no sean de su agrado.
Frente al «espantoso descrédito político», ha considerado que la ley de transparencia puede ser una «oportunidad de oro» para permitir el control social de las finanzas de todas las administraciones.
González ha reclamado una reforma de la Constitución hecha desde el consenso y con sensatez y ha defendido el modelo federal, aunque sin estar seguro de que sea la solución a las tensiones territoriales en un momento en que crecen los nacionalismos en toda Europa.
Hay que repensar además, ha dicho, el modelo del Senado y la actual distribución administrativa en cuatro niveles (local, provincial, autonómico o central), con instituciones como las Diputaciones heredadas de Napoleón.
A su juicio, se equivoca quien levanta una bandera independentista o una bandera republicana pensando que los ciudadanos se distraerán de los problemas y también quien cree que, una vez superada la crisis económica, la desafección de los ciudadanos desaparecerá, porque se agudizará.
«Y no hay país que funcione sin instituciones, sobre todo un país en el que las élites de referencia han dejado de existir», ha recalcado para insistir en la necesidad de hacer reformas anticipándose a los acontecimientos, y no arrastrados por ellos.
Frente a los «oportunistas y demagogos» que critican hoy el periodo de la Transición, ha manifestado que es «lo mejor que se hizo en España en los últimos trescientos años», pero ha dejado claro también que ello no implica inmovilismo y ha instado a la clase política a buscar consensos y llegar a acuerdos.
Aunque a su juicio el enfoque con el que se está abordando la crisis económica es «desastrosamente malo», un «disparate» que lleva a la salida por el camino más largo y doloroso, se superará la actual situación, algo que no tiene tan claro con la crisis institucional.