El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, respondió hoy a los sindicatos, que han convocado manifestaciones por toda España contra la reforma laboral, advirtiéndoles de que España «dejará atrás los que pongan obstáculos en el camino» y de que los españoles no van a «entorpecer» la tarea de un Gobierno en el que han puesto «su esperanza». A pesar, dijo, de que las medidas que adoptará «no serán siempre agradables» porque lo primero que debe hacer es «frenar la destrucción» ya que, insistió, la «crisis no ha tocado fondo».
Durante su intervención para clausurar el XVII Congreso Nacional del PP, Rajoy no mencionó expresamente a los sindicatos, se refirió a ellos indirectamente pero les quiso enviar un mensaje claro: «España entera arrimará el hombro y dejará atrás a los que pongan obstáculos en el camino».
«Se que algunos intentan desarbolar esta voluntad mayoritaria de recuperación», admitió y dijo también que a algunos no les gusta lo que está haciendo el Gobierno «quizá porque les gustaba más lo que había antes», pero acto seguido, se mostró convencido de que los españoles no van a «sacrificar esta oportunidad entorpeciendo la tarea de un Gobierno en el que han puesto sus esperanzas» porque, argumentó, se trata de un Gobierno que «está cumpliendo» con su deber y del que depende «el bienestar de todos».
En su argumentación, alegó que España «no se va a resignar» porque «quiere ponerse en pie, salir del atasco, atravesar este desierto de la crisis y dejar, cuanto antes, esta pesadilla a la espalda».
Y dijo que no lo harán porque ahora, los ciudadanos, conocen «la verdad».
«No hemos cosechado nada pero ha habido cambios»
En este sentido y tras admitir que el Gobierno aún no ha tenido ocasión de «cosechar nada», explicó que sí se han producido algunos cambios, porque: «los problemas están ahora más claros» después de «disipar la niebla que los envolvía» y poder ver «las dimensiones del desafío» y el «tamaño del agujero"; ha cambiado la manera en que se ve a España desde fuera, como un país «serio, responsable y que puede cumplir sus compromisos» y ha cambiado la «actitud de la gente» que ahora cree que «hay una salida», que «existe una solución». Se trata, dijo, «de un paso de gigante».
Antes de lanzar esta advertencia a los sindicatos, Rajoy desarrolló un discurso extremadamente pesimista sobre la situación económica de España, dejando claro que la crisis «no ha tocado fondo» y que sigue la «destrucción», lo que le sirvió para justificar las medidas que está adoptando.
Según Rajoy «frenar la caída» cuesta mucho más trabajo que «reiniciar el ascenso». «Exige más sacrificios frenar el deterioro que construir», dijo y se lamentó de que la situación económica «aún no ha tocado fondo». Por ello, explicó que la tarea que está desarrollando el Ejecutivo en estos primeros meses de Gobierno es «frenar el deterioro» para «lograr que las cosas dejen de ir a peor».
En este sentido, expuso que «poner barreras a la destrucción» no se va a hacer «en dos tardes» porque no es una «tarea fácil» y no lo va a ser en «bastante tiempo». «Yo no voy a engañar a nadie. Esta es la realidad, y tenemos que ser conscientes de ella, si queremos actuar con eficacia», exclamó.
Y para dar una idea de la dimensión de la tarea y justificar las decisiones que está tomando, dijo que «los españoles quieren, por amargo que resulte, que cortemos el grifo de todo el gasto que no sea imprescindible». «Quieren los españoles -prosiguió-- que hagamos reformas, en el trabajo, en la justicia, en las finanzas, en las administraciones públicas, en la educación...». Admitió que nada de esto es «fácil, ni cómodo, ni siquiera gratificante en el corto plazo».
Pero, a pesar de la crudeza con la que expuso la situación, también envió un mensaje de esperanza al asegurar que lo más importante es saber si el Gobierno está preparado para realizar esa tarea. «La respuesta es sí, un sí rotundo, un sí unánime», exclamó, reiterando que no va a «fallar» a los españoles después de que le han dado «su confianza».
«Los españoles están de acuerdo»
Sin embargo, también dejó patente la dureza que conllevará el esfuerzo, al afirmar que «las medidas no siempre serán agradables». «Costará esfuerzo, no será agradable», insistió y, apoyándose en la afirmación de que «los españoles están de acuerdo» advirtió: `Que nadie lo dude!: Haremos cuanto sea preciso». Aunque añadió que lo hará con «sensatez» y con «justicia», pero sin «vacilaciones» --"si no me queda más remedio que subir los impuestos, lo hacemos"-- y «sin perder un minuto».
De hecho, recordó que lo está «haciendo ya» y que en siete semanas, su Gobierno ha puesto en marcha más reformas que el PSOE en siete años: un recorte del gasto público de 9.000 millones de euros; una ley para «poner orden» en las cuentas públicas; una reforma financiera y la reforma laboral.
Esta última la defendió alegando que es la reforma que España necesita para impedir que se siga destruyendo empleo, para situarnos «al mismo nivel que los países más avanzados de la UE» y para acabar con las «injusticias y las discriminaciones que arrastra nuestro mercado de trabajo».
Sin embargo, admitió que «ninguna de estas medidas, ni otras» que ya han tomado «hará milagros por sí sola, ni siquiera todas juntas».