Los príncipes de Asturias, visiblemente emocionados, presidieron ayer en Logroño el funeral por el capitán José María Galera Córdoba y el alférez Abraham Leoncio Bravo Picallo, asesinados junto al intérprete iraní nacionalizado español Ataollah Taefy Kalilien en Afganistán.
A media mañana llegaba a la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) el avión de la Fuerza Aérea con los restos mortales, que fueron recibidos por sus familiares junto al presidente del Gobierno y diversas autoridades.
Tres piquetes, dos de la Guardia Civil y otro del Ejército de Tierra, se hicieron cargo de los féretros a pie de pista, donde el capellán castrense y el máximo representante de la comunidad bahaí en España, cuya religión profesaba el intérprete, oficiaron un breve responso.
Los cadáveres fueron trasladados después al Instituto Anatómico Forense, donde se les practicó la autopsia, y posteriormente llevados en avión a Logroño, en el caso de los dos guardias Civiles, y a Zaragoza, el traductor.
Tras unos minutos de riguroso silencio en la capilla ardiente, los familiares se dirigieron al patio de armas de la Unidad de Acción Rural de Logroño (UAR), donde recibieron el pésame del Príncipe y de doña Letizia. Allí, don Felipe prendió sobre las banderas que cubrían los féretros la Cruz de Oro al Mérito de la Guardia Civil y la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo.