El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el nuncio del Vaticano en España, Manuel Monteiro, se reunieron ayer en Madrid para intercambiar puntos de vista sobre las relaciones Iglesia-Estado después de las desavenencias de los últimos meses. Zapatero y Monteiro se vieron a solas, sin la presencia de ningún colaborador, en la sede de la Nunciatura, donde el representante del Vaticano en España recibió al jefe del Ejecutivo.
El nuncio saludó a Zapatero al pie de la escalinata de la Nunciatura. Ambos posaron sonrientes para los informadores gráficos durante unos breves instantes, antes de entrar en el edificio. El jefe del Ejecutivo reclamó a Monteiro el respeto de la jerarquía eclesiástica al Estado, tras los desencuentros surgidos, especialmente en el último mes y medio.
Delicias de calabacín
Zapatero y el nuncio degustaron un menú compuesto por delicias de calabacín y alcachofas sobre salsa de albahaca, lomo de merluza perfumado a la vainilla, tabla de quesos, y mousse de lima con gelatina de té de jazmín, todo ello regado con un vino de la Ribera del Duero, un Albariño y champán francés. Algo más que el «caldito» que el jefe del Gobierno y el nuncio del Vaticano habían apalabrado compartir desde hacía bastante tiempo para tratar sobre las relaciones entre el Ejecutivo y la Iglesia.
Por otra parte, ayer prosiguió la polémica generada a raíz de la conversación entre el presidente del Gobierno y el periodista Iñaki Gabilondo captada por los micrófonos de 'Cuatro'. En la misma, el jefe del Ejecutivo afirmaba que a los socialistas les «conviene que haya tensión» ante la cita electoral para movilizar al electorado. Unas declaraciones que el PP interpretó como una muestra de que al presidente del Gobierno «se le ha caído la careta del talante» al poner al descubierto su «estrategia» de «tensión y crispación». Ayer mismo Zapatero explicó que esa «tensión» electoral se consigue «movilizando» a los ciudadanos para ganar los comicios del 9-M.