Un artificiero de la Ertzaintza sufrió ayer la amputación de cuatro dedos de la mano derecha y lesiones en la otra al explotarle el detonador de una de las bombas colocadas el domingo por ETA junto a los juzgados de Getxo (Vizcaya).
El suceso se produjo sobre las 10.30 horas en la base que la Policía Autónoma Vasca tiene en Iurreta, localidad vizcaína próxima a Durango, y el agente fue traslado al hospital de Cruces, en Barakaldo, donde se encuentra ingresado, informó la Ertzaintza.
Según el primer parte médico emitido por el hospital, el agente de la Unidad de Explosivos de la Ertzaintza sufrió la amputación de cuatro dedos de la mano derecha, así como la «amputación de tres pulpejos» -parte carnosa inferior de los dedos- de la mano izquierda y va a ser intervenido quirúrgicamente.
En concreto, el agente presenta «la amputación de cuatro dedos de la mano derecha a nivel de la falange proximal y fractura de huesos de carpo en la misma mano», y se encuentra en el servicio de urgencias del citado hospital vizcaíno «consciente y orientado, con situación hemodinámica normal».
La explosión también afectó a un segundo agente, que, aunque también fue trasladado al Hospital de Cruces, fue dado de alta después de ser examinado por un otorrino al no presentar lesiones.
El agente que resultó herido se encontraba manipulando el detonador de una de las bombas colocadas por ETA en los juzgados de Getxo, de tres y cinco kilos de cloratita y que no llegaron a explotar.
Ambas fueron colocadas por dos individuos a las seis de la mañana. Un cuarto de hora después, una llamada en nombre de ETA al servicio de emergencias de Vizcaya anunciaba la colocación de un artefacto que haría explosión en media hora.
ETA quiere matar y con la trampa que tendió ayer en Getxo a la Ertzaintza la banda terrorista buscó ni más ni menos que «una masacre». Así lo aseguró ayer el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que también alertó que ETA persistirá en sus macabros planes y seguirá intentando perpetrar un «asesinato indiscriminado». Un diagnóstico en el que también coincide el consejero de Interior del Gobierno vasco, Javier Balza.