La que fuera ministra de Agricultura y vicepresidenta de la Comisión Europea, Loyola de Palacio, fue enterrada ayer en el panteón familiar que tiene la familia en el cementerio de Deba (Guipúzcoa) en una emotiva ceremonia íntima a la que asistieron numerosos miembros del PP y de otras formaciones políticas.
Además el Gobierno le concedió la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil a título póstumo, una condecoración que fue instaurada por instituida por el Rey Alfonso XIII en 1926 y premia «las virtudes cívicas de los funcionarios del Estado, así como los servicios extraordinarios de los ciudadanos españoles y extranjeros en el bien de la Nación».
Centenares de personas se congregaron en el funeral oficiado en la parroquia de San Pedro, en la localidad de Berriatua, para despedir a Loyola de Palacio. Entre ellas, el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, o el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, y su esposa, Ana Botella. También acudieron el presidente del EBB del PNV, Josu Jon Imaz, y el delegado del Gobierno en el País Vasco, Paulino Luesma.
Previamente al funeral, el Palacio Urrijate, la casa familiar de los de Palacio en la localidad vizcaína de Markina, acogió un responso, al que el ataúd con la fallecida llegó cubierto de la ikurriña, la bandera española y la europea.
De hecho, el sentimiento de pertenencia al País Vasco, a España y a Europa fue uno de los rasgos que más destacaron las personas más cercanas a la ex ministra. Precisamente su hermana Ana Palacio, muy emocionada, subrayó que había muerto una gran mujer: «una gran vasca, una gran española y una gran europea... las tres cosas porque en su labor profesional, desde que tenía 16 años, tuvo esas tres vocaciones muy claras».
La ex ministra de Asuntos Exteriores explicó que sin ser vasco parlante, Loyola de Palacio aprendió euskera y «desarrolló esa dimensión vasca con una fuerza y con una vocación enorme.