El consuelo de los Reyes y los príncipes de Asturias a cada uno de los más de 200 familiares de los 17 militares fallecidos en el accidente de Afganistán constituyó el momento más emotivo del funeral de Estado celebrado ayer, en un acto solemne, sobrio y sin alocuciones.
Ante un improvisado altar, flanqueado por cuatro grandes coronas de flores, el Patio de Armas del Cuartel General del Ejército fue el escenario para rendir homenaje a los militares muertos el pasado martes, sobre cuyos ataúdes el Rey impuso la Cruz del Mérito Militar con distintivo amarillo.
La Cruz o Gran Cruz del Mérito Militar puede tener distintivo blanco, rojo, azul y amarillo, según la resolución por la que se conceda.
Esta condecoración, junto con las Cruces del Mérito Naval y del Mérito Aeronáutico, sirven para recompensar y distinguir a los miembros de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de la Guardia Civil, por la realización de acciones y hechos o la prestación de servicios de destacado mérito o importancia.
Los Reyes, acompañados por los príncipes de Asturias, presidieron el acto, y nada más llegar lo primero que hicieron fue saludar, besar y consolar a cada uno de los familiares de los fallecidos.
Don Juan Carlos y Don Felipe, vestidos con uniforme militar, y Doña Sofía y Daña Leticia, con trajes negros, se acercaron personalmente a cada uno de los familiares presentes en el acto (unos 200), a los que consolaron y dieron su pésame con unas breves palabras y besos.
Desde ese mismo instante y durante dos horas, las escenas de dolor y el silencio marcaron una ceremonia, marcada por un carácter castrense e íntimo, a pesar de la presencia de cerca de un millar de personas, entre ellas las máximas autoridades civiles del Estado, con el presidente del Gobierno a la cabeza, y la cúpula militar en pleno, con su Jefe de Estado Mayor de la Defensa, general Félix Sanz Roldán, al frente.
Tras los gestos de los Reyes y príncipes de Asturias, que fueron recibidos sin honores militares por estar en jornada de luto, el acto prosiguió según lo previsto, y se fueron sucediendo la entrada de los 17 féretros en el patio, a hombros de compañeros de las Fuerzas de Acción Rápida, en una operación que duró más de quince minutos.
Entre los familiares de las víctimas más consternados estaba en primera fila y uniformada la sargento Susana Pérez, mujer del sargento fallecido Alfredo Francisco Joga, quien no pudo reprimir sus lágrimas en varios momentos durante el funeral, al igual que otros muchos parientes. Llamativo resultó no ver ninguna bandera de España en el patio, si bien la enseña nacional aparecía repetida 17 veces sobre los ataúdes.
Mientras, la ceremonia proseguía con una misa solemne, durante la cual el arzobispo castrense, Francisco Pérez González, destacó que los fallecidos habían entregado su vida cumpliendo una misión de paz. Otro de los momentos más intensos se registró en el acto de homenaje a los que dieron su vida por España, durante el cual y tras el retumbar