Todas las comunidades autónomas valoraron la Conferencia de Presidentes, especialmente los socialistas que consideraron que esta cumbre pone fin a la visión centralista de España, mientras que los algunos presidentes del PP criticaron no obstante su precipitación y su falta de contenido.
El presidente andaluz, Manuel Chaves, y el extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, calificaron la reunión de «golpe de muerte» y «acta de defunción» a una visión centralista del Estado. Chaves, en la rueda de prensa celebrada con posterioridad a la reunión, se mostró convencido de que «más allá de las discrepancias», éste cónclave implica «el reconocimiento de una pluralidad madura, en la que se sustenta el Estado español». Destacó la actitud «serena y tranquila» con que los presidentes de Comunidades gobernadas por el PP han planteado sus críticas a la reunión, se mostró convencido de que éstos no han salido con una visión negativa de la misma, y aseguró que «todos salimos con la seguridad» de que en la próxima Conferencia de Presidentes «estamos emplazados» para hablar del modelo territorial.
Ibarra, por su parte, aseguró que «la Conferencia ha sido un éxito» porque permitirá al Gobierno, a las comunidades autónomas y a las Cortes «dar forma a las necesidades que la Conferencia ha detectado». Destacó que todos los presidentes autonómicos se han mostrado de acuerdo en la necesidad de reformar el Senado, de seguir con las conferencias de presidentes, de modificar el funcionamiento de las conferencias sectoriales y de abordar la representación de España en la Unión Europea.
Para Pasqual Maragall «ha quedado claro que las autonomías son Estado» y que se ha abierto un «nuevo periodo en la política autonómica». El presidente de la Generalitat de Catalunya calificó de «histórico» el encuentro. Tan satisfecho acabó Maragall que equiparó el talante y estilo de Zapatero con los padres de la Constitución y con el presidente del Gobierno de aquella etapa, Adolfo Suárez.
Durante la reunión, Maragall ofreció Barcelona como sede de la II Conferencia anunciada por Zapatero para primavera, y anunció que en la misma se debatirá, entre otros temas, la reforma del Estatut, «ya terminado» para entonces.
El presidente de la Xunta, Manuel Fraga explicó que «nos llevamos una gran alegría» y un «deseo de repetir», y apuntó que «por fin» se pone en marcha una de las iniciativas que él mismo planteó en 1992 para reformas institucionales. Agregó que quienes «hemos trabajado» durante años para ello «nos llevamos una gran alegría», hubo «satisfacción general» en esta reunión, «deseo de repetir» y la iniciativa revela que las autonomías «también son Estado».Sin embargo, el presidente de Murcia, Ramón Luis Valcárcel criticó la falta de contenido de la reunión. Para el presidente valenciano, Francisco Camps, «se ha perdido ocasión excepcional de aprobar una propuesta solemne», en referencia a la declaración del PP, en tanto que Esperanza Aguirre, la presidenta de Madrid, la consideró una iniciativa positiva que puede ser un símbolo de cooperación para solucionar los problemas de España.
El lehendakari, Juan José Ibarratxe, manifestó su respeto «a las decisiones del resto de presidentes» en torno a cómo quieren vivir y a su nivel de autogobierno, al tiempo que les ha solicitado «ese mismo respeto para las decisiones del Parlamento y la sociedad vasca».
El lehendakari aseguró que expuso «con toda serenidad» a los demás asistentes que «no es posible un proyecto de Estado en común si no se acepta que debe de ser por la voluntad de las naciones, de las partes que lo componemos».
El presidente navarro, Miguel Sanz (UPN), explicó que Zapatero había mantenido en la reunión que en la Conferencia se puede dialogar de todo, incluida la propuesta política de Ibarretxe.
Tras la histórica reunión, que se prolongó una hora más de lo previsto, todos los participantes se dirigieron hasta el cercano Palacio Real, donde almorzaron con los Reyes y los Príncipes de Asturias y posaron para una nueva «foto de familia».