Miles de ciudadanos acudieron ayer a los funerales celebrados por las víctimas de los atentados de Madrid, entre los que destacaron los oficiados en Alcalá de Henares, en el pabellón polideportivo El Juncal, y en el Pozo del Tío Raimundo, en Madrid, en memoria de los 200 fallecidos.
La localidad de Alcalá de Henares fue elegida para celebrar el funeral oficial por haber partido de allí tres de los cuatro trenes siniestrados, pero también hubo sepelios en cementerios de Madrid, San Feliú (Barcelona), Ateca (Zaragoza), Alovera (Guadalajara), Villalana (Asturias), Torrubia del Campo (Cuenca) o Muñosancho (Avila), entre otros.
Con la muerte, la pasada noche, de un varón, se eleva ya a 200 la cifra de fallecidos, aunque todavía quedan unos cuarenta por identificar. Además, los cadáveres de algunas víctimas extranjeras permanecen en los tanatorios a la espera de que lleguen sus familiares para hacerse cargo de ellos y, en su caso, de repatriarlos a sus países de origen.
Los cuerpos ya identificados han sido en su mayoría conducidos a tanatorios decididos por las familias, y se prevé que mañana se habrá dado sepultura o incinerado a todos ellos.
En todos los funerales de hoy destacó la masiva asistencia de ciudadanos que deseaban acompañar a los familiares de las víctimas, hasta cerca del millar en algunos casos, como en el del sobrino del dirigente de CCOO Rodolfo Benito, en Alcalá, en el que también estuvo presente el candidato de Izquierda Unida a la presidencia del Gobierno, Gaspar Llamazares.
En el funeral colectivo de esta localidad, donde vivían catorce de los fallecidos, se rindió homenaje a todas las víctimas de los atentados y, en concreto, a Félix Gon zález Gago y Pilar Cabrejas, cuyos féretros habían sido trasladados al pabellón.
En la homilía, el obispo de la ciudad, Jesús Catalá, dijo que «quien esto hace ha perdido la racionalidad, su propia libertad» y «se envilece y embrutece y deja de ser hombre».
Catalá se encargó también de oficiar por la tarde, ante unas 400 personas, el funeral de Torrejón de Ardoz, municipio donde ha habido diez fallecidos confirmados, cinco de ellos inmigrantes. Su alcaldesa, Trinidad Rollán, reclamó del Gobierno a la salida «más transparencia en la información sobre los atentados».
A última hora de la tarde, correspondió al cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, dirigirse a los congregados en la pequeña y abarrotada parroquia de San Raimundo de Peñafort, a escasos metros de la estación de Cercanías de El Pozo -donde mayor número de muertos, en torno a 70, ha habido-, desde cuyo exterior asistían a la ceremonia otras 300 personas.
Rouco pidió por «el desalmado corazón de los terroristas y de quienes los impulsan», y solicitó del Gobierno «clarividente prudencia» para afrontar la situación.
En Sant Llorenc de San Feliú de Llobregat unas 500 personas, entre ellas el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, y la delegada del Gobierno, Susanna Bouis, despidieron a José Gallardo Olmo, cabo primero del regimiento militar Inmemorial número 1 del Rey. En Milagros, provincia de Burgos, más de mil personas abarrotaron la iglesia de Santa María al dar su adiós a Julia Moral, de 53 años. En la misa oficiada en la catedral donostiarra del Buen Pastor, el obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, consideró ante los presentes «necesario» que el gesto de fraternidad surgido tras los atentados no se convierta en «una corazonada transitoria».