El Gobierno admite que «pudo equivocarse» en su postura sobre la guerra de Irak, según dijo ayer ayer el ministro portavoz, Eduardo Zaplana, aunque insiste en que su postura sobre la guerra fue coherente y basada en la «convicción» de que Irak tenía armas de destrucción masiva.
En todo caso, el Ejecutivo no dará nuevas explicaciones en el Congreso de los Diputados ni tampoco desclasificará los documentos del Centro Nacional de Inteligencia como ha solicitado la oposición. El motivo, que no hay precedentes.
Zaplana aseguró en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros que ni siquiera por acontecimientos de «gran trascendencia» como los GAL se ha accedido desde el Gobierno a peticiones similares. Zaplana aseguró que las decisiones del Gobierno, su apoyo a la guerra contra Irak, se basan en el convencimiento de que el riesgo para la seguridad mundial era real.
«No cometo ninguna exageración si le digo que la convicción era total y absoluta», dijo, y siendo así aseguró que se tomaron decisiones «razonables». Ese convencimiento, según explicó, nunca vino por informes de los servicios de inteligencia españoles, sino en las resoluciones del Consejo de Seguridad y en los informes de los inspectores de Naciones Unidas.
«Nos podremos haber equivocado, como se puede equivocar cualquiera, pero se ha actuado con gran coherencia y defendiendo los intereses de nuestro país y de la seguridad mundial», dijo Zaplana, quien recordó que «en esos momentos» existía la «convicción absoluta de la existencia de armas de destrucción masiva» y que «hoy no existe una opinión contraria», a pesar de que tanto Estados Unidos como Reino Unido piensan abrir sendas investigaciones para determinar qué llevó a pensar que el régimen de Sadam Husein tenía arsenales de destrucción masiva.