El Banco de España constata el debilitamiento en la creación de empleo en los últimos meses. En la actual etapa de desaceleración económica el ajuste del empleo no se está realizando, como en anteriores ciclos de bajo crecimiento, despidiendo a trabajadores fijos, sino a costa de los temporales, por eso se ha reducido la tasa de temporalidad. También explica que la productividad aparente casi no aumenta, porque a la ralentización del crecimiento del PIB se suma el menor empuje en la creación de puestos de trabajo.
El instituto emisor percibe un debilitamiento en el ritmo de creación de empleo en los últimos meses en relación con el primer semestre de 2002, una desaceleración que afecta tanto a trabajadores asalariados como por cuenta ajena. Aunque en ambos colectivos se creó empleo en el tercer trimestre, el avance de los temporales fue «muy escaso» (el menor de los veranos de los últimos años), dando lugar a una caída interanual del 0,3 por ciento, en contraste con el «fuerte» crecimiento de los indefinidos (3,9 por ciento).
«Parece que, como cabía esperar, el ajuste del empleo en esta etapa de menor crecimiento económico y elevada incertidumbre se está llevando a cabo a través del empleo temporal, ya que las medidas para el fomento de la contratación indefinida están permitiendo que el empleo indefinido siga creciendo a tasas elevadas», afirma el 'Boletín'. Como consecuencia de esta situación, el ratio de temporalidad se redujo dos décimas respecto al segundo trimestre, «algo inusual en los meses de verano», hasta el 31 por ciento (un recorte de casi un punto respecto al tercer trimestre de 2001).
Las afiliaciones a la Seguridad Social, en cambio, no recogen de forma tan clara el menor dinamismo del empleo, lo que «se explica en parte por el auge de las afiliaciones de extranjeros no comunitarios», dice el informe. De otra parte, el instituto emisor ha alertado del alto endeudamiento que han asumido los hogares españoles, ya que este indicador superó en el segundo trimestre del año el 80 por ciento de la renta bruta disponible de las familias, cuando a principios de los años noventa se situaba en torno al 40 por ciento.