De los diez policías que resultaron heridos en el atentado, pertenecientes 5 a la Guardia Civil, 3 a la Ertzaintza y 2 al Cuerpo Nacional de Policía, tres fueron dados de alta después de ser atendidos de sus lesiones, otro más abandonará el hospital en las próximas horas, y los seis restantes "un ertzaina, cuatro guardias civiles y un policía nacional" permanecen ingresados con pronóstico grave y muy grave.
Según las versiones de los hechos facilitadas por el delegado del Gobierno en el País Vasco, Enrique Villar, y el consejero vasco de Interior, Javier Balza, básicamente coincidentes, a primeras horas de la mañana los terroristas colocaron tres lanzagranadas en una zona elevada, no urbanizada, del barrio de Larratxo de San Sebastián, desde donde se ven las instalaciones del acuartelamiento de Intxaurrondo.
Una de las granadas fue disparada sobre las 8 horas e impactó en un descampado situado fuera de las dependencias del instituto armado en Intxaurrondo, detonación que, al parecer, fue la que buscaba acercar al lugar a agentes policiales para que resultaran después afectados por el dispositivo trampa que había sido colocado en otra de las lanzaderas. Precisamente eso es lo que ocurrió, ya que, a las 9.30 horas, cuando se hallaban desplegados en el lugar efectivos de la Guardia Civil, la Ertzaintza y la Policía Nacional, explotó otra granada colocada en el segundo tubo lanzadera, que tenía un dispositivo trampa preparado para estallar cuando fuera manipulado.
Sobre las características del dispositivo trampa, el delegado del Gobierno en el País Vasco, Enrique Villar, afirmó que fue activado mediante un temporizador, extremo que fue confirmado, una vez practicadas las últimas investigaciones, por la subdelegación del Gobierno en Guipúzcoa. La tercera explosión se produjo a las 11.20 horas, cuando ya habían sido evacuados a centros sanitarios los agentes heridos y especialistas en desactivación provocaron la deflagración controlada de la tercera granada hallada en el lugar.