Camila Oliva, una joven de 29 años vecina de Campos, coge a diario la línea 501 del TIB para ir y volver del trabajo en Palma. Pero el pasado martes por la tarde, su trayecto habitual se convirtió en una experiencia que jamás olvidará. Tal y como relata, un hombre comenzó a rozarla de forma intencionada y a tocarse los genitales mientras la observaba fijamente. «Me senté y empezó a rozarme. Me tocó con una mano en la pierna y, de reojo, vi que se tocaba. No se masturbaba al principio, pero sí que empezaba a tocarse su miembro», cuenta aún con rabia e incredulidad.
En un primer momento, Camila intentó apartarse sin decir nada, pero la situación fue empeorando. «Me giré cuando ya casi me caía al pasillo y le pedí por favor que se separara, porque tenía mucho espacio. No cesó y volvió a tocarme la pierna. Ahí me levanté muy cabreada y me cambié de sitio». Desde el nuevo asiento, al que se desplazó visiblemente alterada, el hombre seguía mirándola fijamente, respirando con fuerza y realizando gestos obscenos. «Sentí mucho asco y estaba muy nerviosa. Miraba a mi alrededor para ver si alguien más lo estaba viendo, pero nadie reaccionó».
Camila decidió subir un vídeo del momento a redes sociales, no con intención de denunciar, sino para advertir a otras mujeres del pueblo sobre el individuo. «Lo subí a Instagram y mis amigos me dijeron que lo pusiera también en TikTok. A la mañana siguiente ya se había viralizado. Me contactaron Canal Sur y otros medios». Fue entonces cuando recibió una llamada de la directora del TIB, quien la animó a presentar una denuncia y le pidió datos precisos del trayecto para poder acceder a las imágenes del autobús. «Me dijo que sin denuncia no podían revisar las cámaras y que el conductor había incumplido el protocolo».
La joven decidió denunciar tras hablar con su entorno y recibir apoyo en redes. La Policía le confirmó que lo que había vivido era una agresión sexual. «Si lo llego a saber, le habría dicho al conductor que parara el bus, llamara a la policía y no dejara bajar a nadie». Sin embargo, en ese momento, el chófer le restó importancia: «Me dijo que si no tenía pruebas no había nada que hacer. Le dije que sí las tenía, pero aun así me dio largas. Me dijo que le sabía mal, pero no me ayudó».
El agresor, según indica Camila, se bajó en la segunda parada de Campos, justo después que ella. Durante el trayecto, además, había una niña pequeña cerca, aunque su padre la tenía en brazos y aparentemente no se percató de lo que ocurría. «Yo pensaba: ¿de verdad nadie ve esto? Quise decir algo en alto, pero me quedé en shock, congelada ante la situación».
Desde que se hizo pública la denuncia, Camila ha recibido decenas de mensajes de apoyo y testimonios de otras chicas que han vivido situaciones similares. «Esto pasa mucho más de lo que imaginamos. Yo aún no he conseguido nada, todo está en proceso, pero espero que el hombre no se vaya de rositas».
Actualmente, Camila ha dejado de utilizar el autobús «por miedo», aunque era su medio de transporte habitual. La investigación está en marcha y el TIB ha confirmado que colaborará con la Policía para esclarecer los hechos. Mientras tanto, la joven espera que se haga justicia y que su denuncia sirva para que otras mujeres no pasen por lo mismo.
PedroYo le miro y le doy donde se toca con lo que encuentre.