Es uno de los altavoces del descontento ciudadano en torno a la saturación turística que el Fòrum de la Societat Civil ha recogido y capitalizado. Aunque no es nuevo, el problema ha alcanzado cotas inéditas en los dos últimos años, generando un clima de crispación que arrastró al Govern al debate: el mismo día que el Fòrum presentaba su hoja de ruta, Prohens anunciaba la apertura de «espacios de diálogo» que acabaron materializándose en el Pacto por la Sostenibilidad. Aunque el Fòrum es un actor clave del ágora, Jaume Garau reconoce que su futuro en la mesa no está garantizado.
El Fòrum decidirá el lunes si sigue o no en el Pacte per la Sostenibilidad. ¿Tan mala ha sido la experiencia?
Veremos. Ya llevamos más de tres meses y es muy complicado ir hacia un consenso, que es lo que en teoría se pretendía. La cantidad de gente y de temas a tratar y el poco tiempo del que disponemos hace que sea realmente engorroso y muy poco productivo. Hay muy poco debate: todos decimos lo mismo que estamos acostumbrados a decir siempre, no hay creatividad...
No son los únicos que han criticado las fallas de esta fase de toma de contacto. ¿No confían en que se reconduzca una vez superado este primer peaje?
Supuestamente todo esto debe estar supervisado por un comité de expertos que a día de hoy no existe o es secreto. Por otro lado, hay una página web a la que envían correos y no sabes qué dice la gente ni qué propuestas se están haciendo para poder debatirlas. Son demasiados grupos y temas que hacen que sea una metodología muy pesada. No lo decimos solo nosotros, hay mucha gente quemada.
En parte esa falta de fe en el proceso es lo que les ha llevado a reunirse con hoteleros y turoperadores por su cuenta. ¿Es más fácil entenderse sin intermediación?
Nosotros propusimos en su día que el comité de expertos fueran personas cualificadas de los sectores privado y público y de la sociedad civil que pudieran presentar ideas nuevas y no se ha hecho. El debate no está bien enfocado y hace meses le dijimos al Govern que creíamos que todavía se podía arreglar, pero de momento todo sigue igual. Lo que no se ha hecho nunca es que los hoteleros hablen directamente con los ciudadanos o sus representantes. Nosotros hemos tenido reuniones con la FEHM, con RIU, con TUI... Y notamos un interés por su parte en que la sociedad civil participe en el debate sobre el modelo turístico.
Es decir, que les reconocen como un interlocutor válido.
Exacto. Y eso es algo que no hace el Govern: no nos pone a la misma altura que hoteleros o turoperadores.
Aseguran que ya están alcanzando acuerdos con los hoteleros. ¿Para ustedes es un pacto con el diablo o reconocen que en ocasiones se les ha criminalizado?
Los mallorquines somos muy diferentes y unos pensaremos unas cosas y otros otras. Lo que sí ha habido siempre es una falta de diálogo. Solo ha existido diálogo entre hoteleros y partidos políticos, pero no con la sociedad civil, aunque sí haya habido colaboraciones puntuales. Y también se ha de decir que en los últimos diez años el turismo ha cambiado mucho.
¿Cómo ha cambiado?
Se han añadido los grandes cruceros, que han hecho un desastre en la bahía de Palma; ha crecido el alquiler vacacional indiscriminado e ilegal, que hace mucho daño a todo el mundo. Y también ha habido en general un crecimiento turístico imposible. Los hoteleros también han cambiado su percepción, saben que no pueden pilotar un turismo que vaya contra los residentes. Hay una conciencia ya europea con este problema: donde quiera que vayas hablan de este conflicto entre turismo y residentes.
¿En qué momento se nos fue la mano?¿Ha sido esta última década que menciona la que protagonizó el punto de inflexión?
Hubo varios fenómenos que se fueron conjuntando. Primero un gran descontento juvenil en España que se plasmó en el 15M con gente que no veía un futuro y con el problema de la vivienda ya en el centro. Después se añadió lo que se llamaron redes colaborativas y que no es otra cosa que el modelo de negocio de grandes corporaciones como AirBnB, que hacía que un señor de Palma le pudiera alquilar su piso una semana a otro de Alemania. Y después se dobló el tamaño de los cruceros. Todo esto se ha conjugado para crear una conciencia ciudadana muy crítica con el turismo. Todo está ligado a una especie de neoturismo que forma parte de un negocio internacional brutal que controlan grandes corporaciones y en el que los residentes se convierten en personas de tercera o segunda categoría.
¿Habría menos protesta si las ganancias estuvieran mejor repartidas?
El volumen de gasto ha crecido, pero se ha repartido mal. Del turismo se benefician muy pocos, hay mucha gente que malvive y luego hay un 30 % o un 40 % de la población que se ve bastante perjudicada. Por otro lado, tenemos una franja de clase media europea que no está para gastarse dinero todo el día y eso ha perjudicado este año a la oferta complementaria.
¿Basta con hacer del alquiler turístico el culpable de todos los males?
Evidentemente que no, pero en diez años ha habido un crecimiento de plazas importantísimo en Mallorca, de 10.000 a 100.000. Es gente que se mueve mucho, con lo que el coche de alquiler ha subido de manera simultánea. Se ha de acabar con la oferta ilegal igual que con el turismo hotelero obsoleto, que ha de ir transformándose en viviendas públicas de alquiler. Es algo que se ha de hacer en diez o quince años, porque no tenemos capacidad para ir deprisa.
Otro lema eterno es el cambio de la cantidad por la calidad. ¿Le vale encarecer la oferta como sistema regulatorio contra la saturación?
Yo no estoy en contra del turismo de lujo, pero tampoco hemos de fantasear con sus posibilidades. La gente que paga 500 o 1.000 euros la noche no es tanta y en realidad viaja por todo el mundo, por lo que rara vez se hace fiel a un destino concreto. Si vienen, perfecto, pero no son objetivo estratégico. El objetivo es un turista responsable que respete su entorno y sepa que no debe derrochar agua ni luz. Un turista ecologista, diría yo, que es lo mínimo que se le puede pedir hoy en día.
¿Hace falta seguir gastando dinero público en promoción en ferias turísticas?
No. Creo que deberíamos pasar a otro tipo de gastos. Es mejor invertir en mejorar cualquier servicio turístico que hacer más propaganda, aunque sea para promocionarnos como «destino sostenible».