«Si lo lee el señor alcalde o quien corresponda, sólo quiero decirles que me gustaría que me devolvieran el piso o que nos dejaran una casa y un techo para vivir con mi hija». Esta desesperada petición es la de Carolina Pinheiro, quien hace veinte años llegó a Mallorca buscando una mejor y nueva vida desde Brasil y a quien un brote psicótico cambió su destino y le dejó sin la vivienda de alquiler social con la que vivía junto a su hija en Palma. Un calvario de ingresos hospitalarios, intentos de suicidio y la puesta en manos de su primogénita en manos de los servicios sociales han marcado el devenir de esta mujer que lo perdió casi todo en un momento y pide una segunda oportunidad.
«Empecé a trabajar de niñera y más tarde coincidí con el padre de mi hija -fallecido ya-, que ahora tiene 17 años, al que dejé al sufrir malos tratos…», recuerda con la mirada triste y perdida cerca de su actual hogar, el Centro Residencial de Atención Temporal (CRAT) del Ajuntament de Palma, en la barriada del Nou Llevant. Ejerció más tarde como auxiliar administrativa y tuvo un centro de estética, hasta que cayó enferma. «Padezco síndrome de Ehlers-Danlos (un grupo de trastornos hereditarios caracterizado por mostrar articulaciones sueltas o laxas y piel muy elástica, en la que se forman hematomas con gran facilidad y vasos sanguíneos que se dañan fácilmente) y fibromialgia. Por esos problemas de salud tuve que dejar a los 30 años mi negocio», recuerda.
Tras ello, se inició una cascada de desgracias que pasaron por el desahucio de su casa «al no tener dinero para poder pagarla», yendo con su hija al centro de acogida de Es Convent (Son Fuster). Allí pareció cambiar su suerte allá por 2016, «porque nos dieron una vivienda de alquiler social en Palma, que iba pagando como podía, pero siempre en tiempo y forma», asegura. Pero tiempo después, su historia volvió a plantear un escenario negativo. «Tras siete años viviendo allí con mi hija, empecé a tener problemas psicológicos. Pensaba que, allí dentro, nos iban a matar; no dormía, escuchaba voces… y un día decidí huir. Informé al ayuntamiento que lo dejaba porque no me sentía segura», relata Carolina, quien muestra el contrato de alquiler firmado en su día, con el Ajuntament de Palma como titular del piso.
Sufrió un brote psicótico que coincidió con el desalojo de la vivienda, destinada a uso social y propiedad del Ajuntament de Palma, a través de su Patronato Municipal de la Vivienda. «Vinieron a comprobar que todo estaba bien, pero yo estaba muy mal, indecisa, en pleno brote… tiré los muebles, regalé mil cosas y el día que vinieron, se mostraron violentos, golpeando la puerta y gritando mi nombre; me obligaron a firmar los papeles sin estar yo en plenas facultades, que según mi abogado no es legal… fue todo muy violento», rememora, para seguir con su relato, que nos traslada hasta Madrid, donde huyó con su hija para refugiarse en casa de una amiga.
«Yo quería volver a Mallorca, pero no tenía donde ir. En frío, empecé a ser consciente de lo que hice… y llamé al Patronato de la Vivienda de Palma. Les comenté mi caso y me dijeron que era imposible recuperar mi piso e incluso intenté suicidarme y he estado una semana en la UCI», explica Carolina, quien tras lograr su objetivo de regresar a la Isla encontró refugio en Inca y más tarde en el CRAT del Nou Llevant a la par que su hija lo hizo en los servicios sociales.
Cabe recordar que, como ratifican desde el Ajuntament de Palma, esas viviendas destinadas a alquiler social, y que son propiedad de Cort, en la actualidad ascienden a 398 con una elevadísima demanda, se ceden para uso social y con este fin y este formato de alquiler asequible para personas en riesgo de exclusión o con dificultades.
En su vuelta a Mallorca, los servicios sociales de Son Espases y del CRAT han sido sus grandes -y únicos- aliados en esta batalla. Medio año en la unidad de psiquiatría del hospital de referencia le sirvió para ver las cosas desde otra perspectiva. «Al perder mi vivienda, entré en depresión y quise suicidarme», confiesa portando los documentos que acreditan su historial médico y el contrato de alquiler social con Cort.
«Estoy intentando que me den una vivienda para poder estar con mi hija -a la que ve una vez por semana-, sólo pido eso, una casa y un techo. La puedo pagar y cuidar como lo hice con la otra», dice con lágrimas en los ojos Carolina, que espera respuesta a sus peticiones, en especial las del Ajuntament de Palma y el Patronato Municipal de la Vivienda (desde el IBAVI desconocen el caso y aseguran que son ellos los que ceden viviendas a Cort), al que los asistentes sociales «han enviado la documentación del hospital, hablando con el Patronato de la Vivienda». Percibe un subsidio por viudedad que le permitiría hacer frente a este gasto. «Estamos esperando una respuesta o una resolución y me gustaría que tuvieran en cuenta los informes médicos y mi historial», pide, a la vez que quiere agradecer el apoyo del personal de Son Espases y del CRAT.
«Mi brote psicótico es consecuencia de una depresión. Yo dejé la vivienda porque no era consciente de lo que hacía. Yo cuidé de ese piso, lo pinté, lo limpié… Y no soy una mala madre, sólo soy una persona enferma. Apenas veo a mi hija un día a la semana y me gustaría recuperar una vida normal junto a ella, es lo que más quiero en este mundo», apunta Carolina, de 39 años, haciendo un llamamiento a las instituciones para que escuchen «y tengan en cuenta mi caso y lo que he pasado y he sufrido» para entender el contexto de su salida de la vivienda de alquiler social en la que fue feliz e intentó reconstruir su vida hasta que todo se torció.