El Alzheimer es un trastorno cerebral que destruye lentamente la memoria y la capacidad de pensar y, con el tiempo, la habilidad de llevar a cabo hasta las tareas más sencillas. En su Día Mundial, la gerontóloga de Sant Joan de Déu, Angélica Lebron, pone el acento en la detección precoz en un momento en que la gente mayor, está mucho más sola.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa, ¿esto qué implica?
—Que la persona que la padece empieza a presentar un deterioro del órgano más importante que tenemos, que es el cerebro. Esto puede manifestarse de muchas maneras, desde fallos en la memoria reciente a lo más grave, el estadio más complejo, que es olvidarse de cómo comer, cómo caminar o vestirse, y eso se llama apraxia. Al final estos pacientes quedan encamados, por lo que es una enfermedad devastadora para ellos y para la familia.
¿Hay avances en la forma de prevenir el Alzheimer?
—Hay cribados en sangre, se puede hacer una punción lumbar o cerebral pero está reservado a familias con historia natural de Alzheimer porque es una enfermedad que no tiene un marcador específico, funciona con sospechas. Si hay un abuelo o un padre, el hijo tiene más probabilidad, no hay un marcador concreto sino la suma de imágenes cerebrales, historia clínica, familiar y marcadores en sangre.
¿Hay un perfil de paciente?
—No. Ni hay factores de predisposición ni un perfil como en otras enfermedades. En muchas enfermedades degenerativas no hay unas pautas que si las sigues iré mejor. Aunque hay que tener hábitos de vida saludable, por supuesto. Pero el perfil es muy heterogéneo, pueden ser personas con una vida, normal, eruditos con altas capacidades...
Pero debe desarrollarse en edades avanzadas, ¿no?
—No tiene por qué, hemos tenido casos con Alzheimer temprano, desde los 55 años, aunque al principio es difícil saber al 100 % que lo que ocurre es eso. La manifestación es también heterogénea. Muchos no saben pronunciar, otros no entienden qué les dices, otros van con fallos de memoria recientes y no es consciente de que le pasa a menudo dónde ha dejado las llaves. En este sentido la familia es la primera que lo suele ver: «me ha preguntado cuándo vamos a comer y ya hemos comido» o bien empieza a olvidarse de una cita médica. El problema en este caso es que muchos pacientes viven solos o les visitan una vez a la semana con conversaciones superficiales y llegamos tarde a darnos cuenta, no hay un esfuerzo cognitivo con lo que lo ves.
En la edad de oro de la medicina, ¿no hay tratamiento esperanzador?
—En el último año y medio hay nuevas terapias que se están probando pero a día de hoy, no se comercializa nada que cure la enfermedad. Sí que reduzca el impacto o ralentice su avance.
¿Entonces una detección temprana es muy importante?
—Sí para poder trabajar a tiempo con un trabajo holístico de alimentación saludable, ejercicio físico, estímulo cognitivo especializado y medicación indicada, que puede frenar la evolución de la enfermedad.