José Ramón Bauzá es el político al que los ciudadanos votan en masa cuando es un desconocido y al que retiran su apoyo en masa en cuanto le conocen. Aquí podría acabar este análisis, casi un epitafio político del hombre que a punto estuvo de acabar con el PP balear y que acabó con Ciudadanos, un arma de destrucción de partidos políticos certera y precisa. Cuando apunta hacia un partido político, no da en la oreja.
Bauzá llegó al PP elegido a dedo por Rosa Estaràs y la expresidenta se dio cuenta de su error el mismo día de su elección. Fue refrendado en «un tumulto», en palabras de José María Rodríguez, y subió a los cielos aupado por el PP clásico de Gabriel Cañellas, pero en cuanto logró la presidencia, le dio la espalda y se alió con el enemigo clásico del cañellismo: Carlos Delgado. Practicó una política de tierra quemada, embebido de su poder como president, sin escuchar ni a los rivales ni a los suyos. Fue dejando un reguero de exquisitos cadáveres de históricos del PP conforme avanzaba hacia la catastrófe mientras se creía su propia leyenda, la del hombre con un poder absoluto.
Muchos de sus colaboradores creyeron ese relato y ayudaron a construir a ese líder supuestamente ajeno a cualquier presión, que solo actúa por el bien de Balears. Hasta que llegó la derrota. Y es allí cuando se vio aún mejor al verdadero Bauzá, pegado al poder, su única ambición y objetivo. Llegó al Senado aupado por los suyos en un movimiento que fue una patada para lanzarle cuanto más lejos mejor. Qué error. Bauzá aprovechó ese atril para subir un escalón en política, hacerse un hueco en la vida madrileña y conspirar contra su propio partido desde las terminales mediática de la Villa y Corte. Su intentó de reaparición como presidente del partido en contra de Gabriel Company provocó un reagrupamiento de un partido que había dejado al punto de aniquilación: todos contra él, un milagro de unión con tal de no volver a verle por las Islas. Luego llegó el intento de ser ministro de Turismo, con cartas marcadas incluidas, y hasta un amago de competir contra Mariano Rajoy por la presidencia del PP. Y vino el aval de Pedro J. Ramírez y su paso por el Parlamento Europeo en las listas de Cs. Y llegó Catar, como antes había estado el asunto de la farmacia. De nuevo sospechas de intereses espurios. Ahora se va. Mejor dicho: ahora dice que se va. Ya veremos.