El pulso de Santiago Abascal al PP se interpreta de manera diferente según quién explique los hechos, pero hay una coincidencia general: ha sobreactuado ¿Romper el pacto por diez menores inmigrantes y no por la jugada del plan piloto con el catalán en las aulas? Es una de las exclamaciones que se hacían este jueves muchos de quienes están en esa frontera ideológica líquida que une y separa a la vez a Vox y PP.
No lo dirán abiertamente, porque este es un partido de ordeno y mando, pero muchos en Vox están que trinan. La ruptura de los acuerdos con el PP llega de golpe y no es diferido, que era lo que muchos esperaban, como aquel finiquito de Luis Bárcenas. Estos días previos se ha ido preparando un entremés cervantino para acabar con esta ópera bufa final.
Con el pacto ya roto, ya veremos hasta dónde, otra cosa ha quedado rota en esta historia: el partido. Qué harán los diputados críticos de Balears cuando llegue el momento de elegir es la gran incógnita. O no tanto: si tienen que optar entre Patricia de las Heras y Marga Prohens, terminarán aceptando a Prohens como presidenta de compañía. Les ayuda la aritmética parlamentaria porque son los tres votos de oro que necesita la presidenta para que las amenazas de Vox queden en lo que son: meros aspavientos. El pacto se rompe un poco antes de lo que les interesaba a ambos, a Vox y al PP, e implicará a la larga romper –más– un partido que ya andaba tambaleante.
Ya hay rumores en Madrid que apuntan a que la pugna entre Jorge Buxadé e Iván Espinosa de los Monteros, que ha ganado Buxadé, termine siendo el inicio de un nuevo proyecto liberal en sentido inverso al de Alvise Pérez, una versión moderada –si se puede usar esta palabra con Vox– de la formación de Abascal. ¿Qué quedará de Vox si a su ultraderecha tiene una sangría y por un costado se van los ultraliberales clásicos de la formación? Que miren a Podemos.