El Viernes Santo del año 1984, hace justo cuatro décadas, la historia de la Semana Santa en Mallorca cambió para siempre. Ese día, por primera vez desde que se celebra esta tradición, las mujeres pudieron salir en pleno derecho como costaleras y cargar con sus hombros los pasos de las cofradías de la misma manera que sus homólogos masculinos. No había transcurrido todavía una década desde la muerte de Franco y con las primeras elecciones autonómicas recientes (se celebraron el año anterior) eran tiempos de cambios y renovación en todos los ámbitos de la sociedad. Entre ellos, las festividades religiosas en las que las mujeres reclamaban su papel.
Bien lo recuerda la actual consellera de Famílies i Afers Socials del Govern, Catalina Cirer, que con 20 años formó parte de la primera generación que rompió este techo de cristal. Ella misma narra un hito que trasciende lo histórico hasta lo personal y biográfico. «Me hizo mucha ilusión porque durante toda mi vida había estado vinculada a la cofradía de La Santa Faz de mi barrio, Es Fortí. Mi padre y mis tíos eran cofrades y siempre había visto el traje de caperutxa en casa pero no podía salir porque las mujeres no lo teníamos permitido», cuenta la exalcaldesa de Palma y añade que «para mi padre fue una alegría ver que esta tradición familiar no se perdería cuando él no estuviera porque ahora yo la podría seguir y mantener viva hasta el día de hoy».
«Ese año salí con un traje prestado de hombre y un cono de corcho que debía tener 60 años. Salir era una ilusión pero no sabía si me marearía, me ahogaría o no me gustaría la experiencia. Al ver que me gustaba, me hice mi propio traje», rememora.
Renovación
Pero, ¿eran consicentes de que estaban haciendo historia? «No», contesta la política. «Yo era consciente de que estaba cumpliendo una ilusión de mi juventud pero no sabíamos el impacto que tendría, si iría bien y si nos acabaríamos de sumar. El paso del tiempo ha demostrado que sí», mantiene la consellera de Famílies.
En este sentido, Cirer explica que «en esa época las cofradías atravesaban una época de declive en la que cada año perdían adeptos. Gracias a nuestra inclusión, volvió el auge de las cofradías y ganaron muchos nuevos penitentes, la mayoría mujeres. La incorporación de la mujer en 1984 hizo que la Semana Santa se haya mantenido en auge. De hecho, excepto en los pasos de costal en los que la mayoría son hombres, hay cofradías en las que una mayoría amplia son mujeres».