Con la soledad a cuestas, caminaba la otra noche por los aledaños de la Plaza de las Columnas. Metido en una prenda de abrigo de color azul claro y tocado de boina negra, Arturo Pomar, Arpo, estaba dando su paseo diario por calles y plazas de Palma, probablemente pensando en sus cosas y observando a su alrededor.
Hacia tiempo que no nos veíamos, tal vez uno año, o puede que más. Nos sentamos en la terraza de un bar regentado por chinos y nos tomamos sendos cortados. Y hablamos.
-¿En qué andas metido?
-Bueno… A nuestra edad…¡Qué quieres que te diga! Paseo, porque es bueno, y observo. Y también escribo.
-¿Tus memorias tal vez?
-Podría, porque he vivido mucho, y también porque tengo cosas de contar, tanto de lo que he hecho como de lo que pasaba, y pasa, a mi alrededor.
-¿Entonces, de qué escribes?
-Estoy escribiendo desde hace unos años un libro sobre el barrio chino de Palma. Un barrio en el que no solo había prostitución, sino que vivía gente que nada tenía que ver con ella, salvo que no le quedaba más remedio que hacerlo. No tengo título todavía, pero puede que se algo parecido a «Historias del barrio chino de Palma y otros asuntos». Pues las historias que cuento son diversas y van por ahí. Porque, cómo he dicho, en el barrio chino de Palma no solo había prostitutas, sino vecinos, tiendas, etc., que nada tenían que ver con la prostitución.
-¡Qué tiempos aquellos, eh…!
-Aparte de que éramos más jóvenes, el barrio formaba parte de la ciudad. Era otro barrio, sobre todo en fines de semana, muy visitado. Un barrio con mucha vida, con bares conocidos, calles estrechas, como las escaleras que subían a los pisos, con gente muy pintoresca, … La que estaba de paso, me refiero, que iba a lo mismo. Lo malo es que, poco a poco, fue degenerando, y más cuando llegó la droga, que marcó el punto de partida de su decadencia. ¡Una lástima!
-Sí, lo fue…
-No solo por la droga, que también lo fue por eso. Una lástima porque quienes mandaban por entonces no tuvieron paciencia, ya que, en contra de muchas opiniones, lo tendrían que haber conservado y reformado, lo que, a día de hoy, le hubiera convertido, ya sin prostitutas, pero habiendo conservado alguna de sus callejas, casas y establecimientos, en un barrio que, ¡seguro!, sería visitado por los turistas. Pero, pesando más la especulación que la paciencia, lo tiraron, y en su lugar construyeron edificios de corte moderno que cambiaron la fisonomía del lugar.
Arpo, en lo que endulzamos el cortado, nos cuenta que fue humorista, y que plasmaba su humor en dibujos, que luego publicaba en viñetas en el diario Baleares cuando este estaba en la calle Danús y, posteriormente, en Passeig de Mallorca. Colaboró también con otras publicaciones. «Incluso trabajé para la Editorial Bruguera… Cobrando poco, eh, pero puedo decir que trabajé para ellos»
Arpo fue primo carnal de Arturo Pomar, reconocido mundialmente en el universo del ajedrez, en el que ascendió a sus cotas más elevadas.
«De niño y de joven, en sus momentos de apogeo, tenía amigos en todas partes. Incluso Franco le recibió en El Pardo y se fotografió con él. Y es que Arturito Pomar, que a los 12 años hizo tablas con el que era campeón del mundo, Alexander Alekhine, era mucho, hazaña que repitió en 1962, en Estocolmo, haciendo también tablas con Bobby Fischer… Eran tiempos en que todos quisieron aprovecharse de su momento. Pero cuando dejó de interesar al régimen, llegó su declive, y con él el olvido, lo que supuso pasar de la gloria al olvido más absoluto, terminando trabajando de cartero en San Cugat del Valles, donde vivía con su familia en un piso humilde. Recuerdo que cuando éramos niños…. Es una historia larga, con una gran ascensión a consta de enfrentarse a los mejores, y no perder con ellos, y un descenso propiciado por dejar de interesar a quienes mandaban, de la que podríamos hablar largo y tendido, pero ¡para qué! -tras una breve pausa, prosigue-: Él, Arturo, era algo mayor que yo, y venía por casa, a ver a sus tíos, pero apenas hablaba. Y es que los jugadores de ajedrez del nivel en que estaba Arturo, lejos de los tableros de ajedrez y de las partidas, también pensaban más que hablaban. Y a medida que se fue haciendo mayor, habló menos».
-¿Tú ibas por el barrio?- tratamos de reconducir la conversación que nos había hecho sentar en el bar del chino de la Plaza e as Columnas, desde donde señaló una casa cerca de la entrada por Nuredduna, «en la que vivía otro gran hombre, además de buena persona, Mascaró Pasarius, que murió de una caída en la escalera, pero que dejó un legado histórico tras de sí, tanto en arqueología, cartografía, historia, etc. Era autodidacta, pero hay que reconocer que hizo mucho. Yo le estoy muy agradecido, pues más de una vez me llevó con él para que hiciera dibujos de los elementos sobre los que estaba trabajando…».
-¿Eras cliente del barrio?-volvimos a la carga.
-Sí, claro. Me gustaba ir por aquellas calles, por aquellos bares y cabarets... Por eso, había noches que al terminar el trabajo en la redacción, con otros colegas nos íbamos a dar una vuelta por allí. Más que nada para vivir aquel ambiente. Que se animaba mucho en los fines de semana y vísperas de fiestas, eh.... ¡Ah! Y cuando venían los barcos de la Sexta Flota, ya ni te cuento, pues aquello se ponía a tope. Por cierto, los marinos USA dejaron de ir por el barrio a raíz del asesinato de uno de ellos en una de sus calles. Y hablando de crímenes, ¿sabes cuando crímenes se cometieron en el barrio chino de Palma?¡11! El último fue el de ese marinero norteamericano.
-¿Viviste alguna redada de la policía nacional?
-Más de una. Llegaban, ponían los coches en las entradas y salidas de aquellas calles a fin de que no saliera nadie de ellas y empezaban a buscar, generalmente a delincuentes, dado que estos, tarde o temprano, terminaban yendo por allí. Entonces, si algún chivato los veía, llamaba a la policía y esta actuaba. Y como entre coches y policías se alteraba la forma de vida del lugar, las redadas nunca pasaban desapercibidas.
-¿Es cierto que en al barrio se organizaban timbas de juego?
-¡Y tanto que lo es! Timbas clandestinas, naturalmente, en la que más de uno que yo conocí se dejaba fortunas de dinero en ellas. Por eso quiero añadir al título de mi libro «y otros asuntos».
-¿Cuáles eran los lugares más típicos del barrio?
-¡Uy, es que había muchos! Cana Macarrona, Ca na Jeroni, donde, por cierto, el día de las vírgenes la dueña invitaba a vino y a buñuelos a todo el mundo, Cas se Chata, Ca na Fideu, Hostal de sa Bolla, …. La dueña de este bar no sabía que nombre ponerle, y un conocido periodista de la época le propuso el de l'Hostal de la Bolla, en recuerdo de la novela que escribió Miquel dels Sants Oliver. Y en cuanto a las mujeres más conocidas de entonces, hablo de los años 50 a finales y 60 del siglo pasado -matiza-, estaban Rufina, La Maña, La Leo, La España, Adelina, Fany la Francesa, La coloretes, Gilda. Y en cuanto a los bares, estaban Kentuky, Flota, Americano, Kansas Hollywood, Casa Vallés, Can Chemali, Club Salem, Bi.Ba.Bo.etc. Estaba también, en la calle Santany, otro lugar muy conocido, el Antiguo Horno del Presidio viejo . Y en cuanto a las calles de más concurrencia, estas eran Socorro, Santany, Estacada, Estrella, Miró, Herrería, Porta de Sant Antoni y alguna más que ahora no recuerdo. ¡Ah!, y otra cosa. En alguna de estas calles, como Santany y Estacada, había casas que con un farolillo rojo en su entrada indicaban que en ellas se ejercía la prostitución. Por eso digo que ha sido una lástima tirar el barrio en vez de reformarlo, pues al ser parte de la historia de la ciudad, hoy, sus lugares, bares, comedores y pisos de entonces, habiéndolos reformados, serían visitados por mucha gente. Incluso sus viejas casas podrían estar alquiladas».
Hay que decir que el del barrio chino de Palma, cuando lo termine -lleva ya escritas unas 150 páginas- es el segundo que escribe, pues hace unos años publicó Déjame que te cuente, una serie de historias urbanas «que viví y que me contaron. El libro está agotado».