Hay contados empresarios que salgan más en la prensa rosa que en la salmón y Matthias Kühn es uno de ellos. A estas alturas es casi más sencillo seguir los vaivenes de su trayectoria empresarial que los de su relación con la vedette Norma Duval, con la que una temporada está casado, otra rompen y ahora mismo sigue en matrimonio. En lo que hay certeza absoluta es en el carácter explosivo y la furia bíblica que gasta. Es una cólera feroz pero democrática: lo mismo le cae a un trabajador que a un directivo de una entidad bancaria por un crédito, a un alcalde o a un cliente que discutía el precio de una mansión en Son Vida.
El vínculo de Kühn con Mallorca arranca en los años 60 con viajes de vacaciones. Décadas después se asienta en la Isla, primero como un intermediario inmobiliario. Es de los primeros en apostar por las viviendas de lujo en la Isla cuando era un sector desconocido. Además emplea tácticas pocas veces vistas hasta el momento. Se recorre Alemania y hace promoción de mansiones en la Isla, hace las primeras fotografías aéreas para vender sus propiedades y todo, absolutamente todo, gira en torno a él, que es la marca y la empresa a la vez. Es la cara de la sociedad, el cerebro y casi cada músculo. De Kühn & Partner se ignora quién es el compañero.
En los años 90 cae en la cuenta que el negocio de verdad no está en tener una inmobiliaria sino en comprar, rehabilitar o construir. De ir a comisión a venderlo todo. El crecimiento es constante. Vende propiedades de lujo a futbolistas, expresidentes como Suárez. Se mueve por la Isla en helicóptero y lo mismo aterriza en el Estadi Balear que en cualquier playa y multa al canto.
Antes del estallido del ladrillo Kühn disponía de una veintena de oficinas. Su grupo tenía 160 empleados que estaban distribuidos en una amplia trama empresarial con más de dos decenas de sociedades diferentes. Como a otros promotores, el estallido comenzó a darle problemas y el grupo comenzó a financiarse en gran medida con créditos de Sa Nostra. Otra explicación está en la política de precios que seguía: vender caro, incluso por encima del precio de mercado, lo que provocaba dificultades para dar salida a promociones y a cumplir con compromisos financieros. Kühn arrastra también fama de mal pagador. Con sus empleados y con sus proveedores, algunos de los cuales acudieron a los tribunales para intentar cobrar deudas arrastradas durante años. También protagonizan pleitos similares intermediarios en algunas operaciones que alegaban no haber cobrado.
Con la caída de Sa Nostra, Kühn gana tiempo. Los activos de la difunta caja pasan a la Sareb, el banco malo que, en 2015 decide saldar deudas. Entonces se inician una serie de ejecuciones hipotecarias, una de ellas por cerca de tres millones contra la finca de Muleta que ahora gira la estrella del empresario. Ante la situación de impago, en enero de 2016 presenta una declaración de preconcurso e intenta negociar con Sa Nostra sin conseguirlo. Es uno de los agravios que se esgrimen en su contra. Una mala relación con distintas administraciones que habrían frustrado media docena de proyectos: en Betlem, Portals, Génova, Capdellà o Cala Mondragó. Hacienda le incluyó en su lista de grandes morosos con una deuda de 3,7 millones de euros durante años.
El fracaso de las conversaciones con la Sareb le obliga al concurso y la liquidación progresiva de activos para pagar deudas. Doce empresas del grupo original han pasado en distintos momentos por la administración concursal, ahora, la sentencia de Muleta, le salva.
No es la primera vez, libró una condena penal por un delito contra el medio ambiente en una de las antiguas joyas de su patrimonio: el islote de Tagomago, convertido en resort de lujo. Le fue peor cuando intentó que fueran condenados antiguos colaboradores suyos: a uno le acusó de estafa por la contabilidad y a otro de robarle un listado con todos sus clientes.
Kühn lleva años afincado en Suiza con visitas más o menos puntuales a Mallorca. Tiene dos hijos, uno afincado en Palma y otro en Londres. Cosa curiosa: el padre levanta opiniones enfrentadas, pero incluso algunos de los más críticos con su figura coinciden en el elogio a los hijos. Vuelva o no a la acción, la ambición rubia inmobiliaria ha caído de pie.