El arquitecto Antoni Vilanova ofrece este viernes a las 19.00 horas en Can Balaguer la conferencia La central d'Alcúdia, arquitectura, tècnica i paisatge, organizada por la Fundació Amics del Patrimoni. Vilanova ha recibido diversos premios por rehabilitaciones y restauraciones, y es presidente de la Agrupació d'Arquitectes per a la Defensa i Intervenció en el Patrimoni Arquitectònic del Col·legi d'Arquitectes de Catalunya. Vilanova participó en la catalogación de los elementos de la antigua central de GESA en el Port d'Alcúdia, cerrada en 1984 (hace 40 años) y ahora propiedad del Consell de Mallorca y declarada Bé d'Interès Cultural. La central tiene la parte residencial de los trabajadores y la parte industrial, con los arquitectos Josep Ferragut y Ramón Vázquez Molezún como arquitectos responsables, respectivamente.
Vilanova afirma que «frente al patrimonio asumido de catedrales o castillos, el patrimonio industrial es más reciente y se ha vivido, por lo que toca una fibra sensible. Todavía viven generaciones de trabajadores y las poblaciones próximas sienten suyo ese patrimonio, incluso con orgullo. El patrimonio industrial tiene la ventaja de que los abuelos lo pueden explicar de primera mano a los nietos. Tiene el valor añadido de la memoria reciente, lo que da lugar a lo emocional, lo sensible, lo próximo».
El arquitecto no ve la central de Alcúdia «exclusivamente como un museo. Eso supondría una importante inversión pública. La veo más con usos múltiples. Puede haber una parte expositiva de lo que era la central, sin olvidar el importantísimo valor educativo dirigido a los escolares, y otros usos como vivero de empresas, laboratorio de materiales, centro de congresos e incluso finalidades académicas. Al estar integrada en el puerto de Alcúdia, la central debería convertirse en un polo económico o de investigación».
Antoni Vilanova considera que la principal problemática de la restauración del patrimonio industrial «es el tipo de materiales. Para empezar, hay que retirar el amianto, muy presente en este tipo de construcciones. Y hay que tener en cuenta factores como los aislamientos en fachadas y cubiertas, la climatización de los espacios -que suelen ser grandes-, el confort y la accesibilidad para los visitantes. Podemos encontrarnos con una escalera de fábrica que debemos conservar, pero tal vez no es la más adecuada para el uso de los visitantes, por lo que habrá que fijar circulaciones alternativas. Y con la climatización hay que ser eficientes. Si una sala de fábrica es demasiado grande para climatizarla, pues será conveniente que los visitantes lleven abrigo».
Un ejemplo que no le gusta a Vilanova es la Tate Modern, de Londres, «un magnífico edificio que fue vaciado al completo de sus antiguos elementos industriales, pero lo que no podemos hacer es dejar pasar décadas de deterioro, lo que incrementa los costes de recuperación».