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Anabolizantes: los peligros de una sustancia bajo el radar de las autoridades

El fácil acceso y la falta de control sobre estos productos alcanza incluso a los menores y los profesionales advierten de sus posibles secuelas en el organismo

Imagen de una serie de sustancias anabolizantes incautadas. | Efe

| Palma |

El deporte amateur o espacios puntuales como los gimnasios se han convertido en un vivero para quienes trafican, comercial y juegan a la vez con la salud de un público que ha rebasado límites de edad insospechados y alcanza a los menores. Empieza a ser demasiado corriente leer en los medios sobre la desarticulación de redes de tráfico de anabolizantes u otras sustancias prohibidas, bajo el radar ya de las fuerzas de seguridad y las autoridades antidopaje competentes. Un delito que lo es contra la salud pública, pero que genera y mueve un volumen de dinero tan ingente que lo hace atractivo para quienes pretenden hacer negocio a costa del supuesto bienestar de otros.

Los esteroides anabolizantes o andrógenos, versiones sintéticas de la testosterona, circulan alegremente por Internet o a través de las figuras de estos traficantes o suministradores, en algunas ocasiones incluso fabricantes. Al igual que otras sustancias marcadas en rojo por la normativa antidopaje, como la eritropoyetina (EPO), cuyo consumo sin prescripción ni control médico puede generar problemas de salud serios, además de en el caso de deporistas federados, castigos en forma de sanciones o inhabilitaciones que llegan hasta incluso a convertirse en pena de cárcel o importantes multas económicas en caso del tráfico y suministro, al ser un delito contra la salud pública estipulado en el Código Penal.

Estos esteroides anabolizantes se pueden ingerir por vía oral, inyectarse o mediante un gel o crema, buscando con su consumo o bien mejorar el rendimiento físico o el aspecto, ayudando al crecimiento muscular, además de incrementar la fuerza y lapotencia de quienes apuestan por esta vía, entre los que preocupa el acceso cada vez más elevado por parte de los menores de edad, merced a la facilidad para adquirirlos. Tanto, que se habla de unas cifras que alcanzan el 3'3% de jóvenes de entre 14 y 18 años que aseguran haber probado estos productos.

Pero hay que tener en cuenta, más cuando el acceso y la ingesta a este tipo de sustancias dopantes puede tener una serie de efectos secundarios y peligrosos para la salud, más cuando cesa el consumo. Entre ellas, se reportan enfermedades del hígado o cardiovasculares, estas últimas debido al aumento de la presión arterial que generan, al igual que de colesterol y triglicéridos.

Sustancias incautadas por la Policía Nacional en una operación en Palma. Foto: Alejandro Sepúlveda

También constan secuelas en forma de riesgo de esterilidad o disfunción eréctil, al igual que alteraciones del metabolismo, acné, alopecia, pérdida de apetito o cambios de humor e incluso depresión y síndrome de abstinencia, además de las visibles en el cuerpo una vez que se frena su consumo.

En el caso de las mujeres, existe incluso riesgo de alteración hormonal que derivaría en cambios del ciclo menstrual, aumento del vello corporal, caída del cabello o agravamiento de la voz. Secuelas que dejan patente el efecto en el cuerpo humano de estas sustancias, más cuando muchas veces se desconoce incluso el origen de las sustancias y la identidad de su fabricante.

El riesgo se eleva todavía más en caso de ser competidor o deportista federado. Al estar sometido a controles y la normativa antidopaje, el uso de estos productos prohibidos suele ir acompañado de enmascaradores o diuréticos para eliminarlos lo antes posible del cuerpo, al que se somete a un riesgo innecesario al utilizar estos productos accesibles a través de la red o canales privados.

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