Iván Murray (Sóller, 1970), doctor en Geografía por la Universitat de las Illes Balears (UIB) y máster en Sostenibilidad Medioambiental por la Universidad de Edimburgo, es un referente del estudio del fenómeno turístico en España desde el punto de vista social y económico. En las librerías está su último libro, El malestar de la turistificación. Pensamiento crítico para una transformación del turismo (Ed. Icaria), donde junto a Ernest Cañada analiza el devenir del turismo desde perspectivas más allá de las tradicionales.
-¿Cómo surgió el libro?
Surge del colectivo Albasud, organización especializada en investigación y movimientos sociales, fundamentalmente turismo. En 2019 lanzamos un primer libro colectivo, una caja de herramientas de los diferentes procesos de turistificación a través de la teoría social y crítica.
-El turismo ha sido loado como infalible fuente de ingresos.
Una cosa que se ha conseguido en los últimos años es que hablar del hecho turístico ya no se restringe a la cuenta de resultados. No solo habla ‘el sector'. No solo es crematístico, es un fenómeno social con todas sus consecuencias. Es uno de los grandes avances desde el punto de vista social, académico y político. Porque lo turístico ha ido atravesando la vida de más personas y territorios, y más después de la crisis de 2008.
-¿Por qué este título para el libro?
Las sociedades más turistificadas son las que han presentado más malestar. El binomio de más turismo, más conquista social, bienestar o puestos de trabajo es cada vez más cuestionado. Se genera una contradicción.
-¿Qué planteamiento hace su ensayo sobre el malestar turístico?
Hemos acudido a intelectuales que abordan el turismo desde el punto de visto social, como Silvia Federici, que desde la teoría feminista crítica habla del empleo turístico feminizado relacionado con la conciliación y la mercantilización de los cuerpos. O Nancy Fraser, una feminista que analiza el trabajo turístico, la geografía crítica de David Harvey o a través del filósofo Henry Lefebvre, la producción de la ciudad y las revueltas urbanas.
-Una de las mayores críticas ahora es cómo afecta el alquiler turístico en el acceso a la vivienda.
Se ha salido del pinchazo de la burbuja inmobiliaria a través de procesos de mercantilización turística. Ahora, estos pisos que vivieron desahucios se han reciclado para el circuito turístico y se han convertido en Airbnb. También para sortear la crisis se tomaron medidas para atraer más turistas como la flexibilización de los horarios comerciales. Se han hecho ciudades de 365 días al año. Con la proliferación de las low cost, las urbes ganan peso turístico. Con la globalización se han ido desvistiendo a las ciudades de sus funciones productivas y económicas y se van especializando en la economía de servicios y turismo. En cualquier ciudad europea encontramos dinámicas y problemas similares.
-¿Qué efectos provocan en los residentes?
Están atrapados entre la turistificación, la mercantilización de la vivienda, la ocupación del espacio público, los empleos más precarios y con ciudades cada vez más caras.
-¿Qué solución hay?
Las ciudades expulsan a sus ciudadanos a la periferia. Pero aquí no tenemos periferia y la gente se va de las Islas. Esto va ligado a la Gran Renuncia que apareció en la pandemia. Los temporeros que venían aquí cada año se han quedado en su lugar de residencia y una gran parte de ellos encontraron empleo fuera del turismo y de las zonas de producción turística. España es uno de los países donde más se ha dado esta renuncia dadas las condiciones de trabajo y de vida en los lugares turísticos. Y se ha traducido en el principal problema señalado por la propia Federació Hotelera de Mallorca: cuando llega la temporada de verano, faltan trabajadores.
-El turismo antes se reducía a la costa, pero ahora aparece incluso en los barrios de Palma.
Es la expansión de las fronteras de la mercantilización. En la crisis de los años 70, las cadenas hoteleras se expandieron hacia el Caribe: fue nuestra conquista del Oeste. Pero ahora se está dando en las propias Islas. El turismo ha pasado de estar restringido en la franja literal a expandirse con la mercantilización de las viviendas. Y ya no quedan más fronteras.
-¿Cuál es nuestro futuro?
Buena parte de los recursos energéticos necesarios para el turismo son cada vez más caros. La emergencia climática es muy problemática. Buena parte de los destinos de sol y playa están en las zonas más calientes del planeta. Esta combinación nos lleva a pensar que estamos ante el final del turismo barato. Y esto lleva a una situación de vulnerabilidad en las sociedades más dependientes del turismo. Ya lo vimos en la pandemia.
-¿Se acabará el turismo?
Nos cuesta mucho imaginar una vida diferente. Pensar en Mallorca sin turismo es como Mad Max. Es más fácil imaginar el fin de Mallorca que el fin del turismo. Úrsula K. Leguin intenta rescatar la imaginación para construir otros futuros. Y hay que imaginarlos para revertir los malestares.