«Ante la política, el mallorquín es un ser completamente indiferente», según escribió hace ahora un siglo Josep Pla durante uno de sus múltiples viajes a Mallorca. El escritor catalán tiró del tópico que el artista Santiago Rusiñol inventó en su libro L'illa de la calma, de 1903, donde idealizó un paisaje y una sociedad ajenas a la industrialización de su Catalunya natal. Aunque esta supuesta falta de implicación política de los mallorquines puede que tuviera algo de cierto en ese momento, un repaso de la Historia, sobre todo a partir de la Transición, desmienten este pasotismo.
La sociedad isleña se ha movilizado masivamente en numerosas ocasiones, especialmente por causas ecologistas, pero también lo ha hecho por la educación, la autonomía de Balears, contra la guerra de Irak y por el Día Internacional de la Mujer.
«Una parte de la sociedad tiene bagaje y activismo social y sabe que la manifestación es una forma de expresión útil», explica el historiador Gabriel Mayol, autor de la tesis doctoral Mobilitzacions ciutadanes a Mallorca durant l'etapa autonòmica (1983- 2007): en defensa del territori, els drets socials, la cultura i l'autogovern. «La izquierda tiene una mayor tradición política de protesta; de hecho, las manifestaciones de corte conservador, no suelen ser tan masivas», comenta, al contrario de lo que ocurre en Madrid, donde la derecha «tiene mayor hegemonía» y una cultura de salir a protestar.
Motivos y apoyos
Gabriel Mayol dice que se deben de diferenciar las manifestaciones multitudinarias que ha habido en Mallorca por motivos locales o de ámbito estatal, como la que hace una semana juntó a unas 10.000 personas en el centro de Palma contra el presidente Pedro Sánchez y la amnistía, en una convocatoria promovida por el PP y a la cual se adhirió Vox. Sobre esto, el historiador también señala la importancia de que las protestas se hagan al margen de partidos políticos. Una de las más multitudinarias de la democracia fue la marcha de ahora hace diez años contra el TIL y a favor de la educación pública, con cerca de 100.000 personas. La manifestación fue el summun de una movilización ciudadana alimentada por el progresivo deterioro que sufría el sector a causa de los recortes que aplicaba el PP, tanto en Balears como en el resto de España.
El GOB y otras entidades convocantes consiguieron que más de 50.000 participantes marcharan bajo el lema «Salvem Mallorca» un 17 de marzo de 2007, dos meses antes de que el ‘popular' Jaume Matas perdiera las elecciones. «Es la última gran manifestación ecologista», apunta Mayol, que también rememora la que hubo contra las autopistas promovidas por el gobierno de Matas en 2004, con una participación de unos 50.000 manifestantes. Qui estima Mallorca, no la destrueix fue la consigna de aquella concentración que aún hoy se utiliza.
En la misma línea, y más recientemente, la manifestación por el Día Internacional de la Mujer de 2018 en Palma, con más de 20.000 personas, también fue impulsada por la sociedad civil. «Fue el momento álgido de una ola feminista internacional» recuerda Mayol.
La primera manifestación masiva tras el franquismo en Mallorca fue para exigir mayor autonomía, en 1977, cuando entre 30.000 y 40.000 personas marcharon por Palma. «Fue algo excepcional por el momento político», destaca Mayol, que también señala que fue impulsada, en parte, por el poder público. La promovieron partidos de izquierdas y nacionalistas y luego se sumaron UCD y el PSOE. Durante los años ochenta no hubo protestas masivas, pero sí manifestaciones de 5.000 u 8.000 personas por causas ecologistas como la defensa de Sa Dragonera, Es Trenc o Cabrera. En los noventa sí que se juntaron unos 25.000 participantes contra la proliferación de urbanizaciones.
Al margen de temas de ámbito balear, los atentados del 11-M de 2004 en Madrid movilizaron a unas 130.000 personas en Ciutat, según la crónica que publicó entonces este diario. Un año antes, la condena de la guerra de Irak había sacado a unas 40.000. En ambos casos, los partidos de la oposición, cuando entonces gobernaba el PP en el Gobierno, se sumaron a las convocatorias. El asesinato en 1997 del regidor del PP vasco Miguel Ángel Blanco a manos de la banda terrorista ETA, que provocó la indignación de miles de personas de toda España, también fue masiva en Palma.