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Las consultas de menores al psiquiatra o al psicólogo registran «un aumento histórico»

El tiempo de espera se ha incrementado y la media es algo superior a los 30 días

Los menores tienen problemas de salud mental. | ARCHIVO

| Palma |

La pandemia de la COVID-19 ha marcado un antes y ha tenido un impacto social muy importante. La salud mental no ha sido ajena y los casos de ansiedad y depresión se han disparado en las Islas. Especial atención merecen los menores, ya que sus consultas al psiquiatra o al psicólogo público han crecido un 16 % en Baleares. «Es un aumento histórico», destaca el coordinador de salud mental de Baleares, Oriol Lafau. «Al tener una vida más corta, los niños y adolescentes cuentan con menos herramientas para atajar los problemas», argumenta.

Esto ha tenido una repercusión en las listas de espera, que se han dilatado y el tiempo de demora ha aumentado en tres o cuatro días de media. Así, la población infanto-juvenil (de 0 a 18 años) tarda una media de 34 días en que lo vea un especialista en salud mental desde que lo deriva el pediatra (de 0 a 14 años) o el médico de familia (de 14 a 18 años). En el caso de las tentativas de suicidios, la atención se presta en menos de 72 horas.

No obstante, puntualiza que los tiempos de espera medios citados con anterioridad (sin tener en cuenta los relacionados con suicidios) varían según las zonas. Así, en Manacor, la media es de 13 días, mientras que en Inca es de 35 días y en Palma llega hasta los 53 días. El coordinador de salud mental deja claro que todos los menores de las Islas tienen acceso a los mismos recursos, lo que ocurre es que en unos sitios hay más demanda que en otros. «Los pueblos son mucho más sanos a nivel de salud mental que las ciudades», sentencia. Además, resalta que en el Archipiélago balear son tiempos de espera inferiores a los de otras comunidades autónomas.

Cambios por la pandemia

Lafau declara que antes de la pandemia los principales problemas por los que los menores acudían al especialista en salud mental eran los relacionados con los trastornos de aprendizaje o autismo; ahora lo hacen, principalmente, por ansiedad o depresión. «Las familias lo hemos pasado: se nos han muerto seres queridos, hemos tenido una guerra cerca... La sociedad ha sufrido mucho y los niños tienen menos defensas; son los primeros que sufren porque tienen menos capacidad para defenderse», argumenta. En este sentido, pone en valor el papel que han desempeñado los niños porque «han sido los primeros que han dicho 'lo estamos pasando mal'. «La pandemia ha tenido los mismos efectos negativos (depresión, ansiedad, tristeza..) en los adultos, la gran diferencia es que los menores se están atreviendo más a decir que no están bien; a los adultos nos cuesta reconocerlo», expone.

La franja de edad que requiere más atención especializada es la que va de los 14 a los 18 años, especialmente el sexo femenino. «Las adolescentes piden más acudir a la consulta, por los efectos del patriarcado a ellos les cuesta más». Además de las derivadas de la pandemia, hay que tener en cuenta las más frecuentes con anterioridad. Así, los trastornos de la conducta alimentaria se han incrementado un 20 %, mientras que las tentativas de suicidio lo han hecho un 23 %.

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