Acampado en los alrededores de la Estación Intermodal de Palma vive José. Sin dinero, sin casa y sin ni siquiera teléfono móvil -porque se lo robó un indigente-, sobrevive como puede, día a día. Debido a sus problemas de movilidad en una pierna, pasa jornadas sin asearse e incluso llega a hacer sus necesidades cerca de la estación. Nadie le puede obligar a abandonar el lugar, salvo orden judicial.
Quien frecuente la zona estará familiarizado con José. Mañana, tarde y noche, vive en un pequeño campamento improvisado, en la entrada izquierda de la Estación Intermodal. Acumula escasos enseres, además de un colchón. No tiene casa, dinero, ni siquiera gafas, que necesita. Vive de las monedas, la comida y algunas prendas de ropa que le dan vecinos y transeúntes. Asegura que no cobra ningún tipo de subsidio ni subvención, y que tampoco sabe cómo solicitarlo.
Han sido ya varias las ocasiones en las que se le ha pedido abandonar este enclave, en el centro de la ciudad y muy transitado, y trasladarse a algún centro para personas sin hogar. Pero José se niega. No quiere volver a pasar por lo que vivió en una institución, de la que guarda una muy mala experiencia. Se dio aviso a la Conselleria d'Afers Socials del Govern de esta situación, y la misma consellera, Catalina Cirer, admitió que administrativamente nada puede impedir que José siga viviendo de esta manera en la vía pública, a no ser que así lo dicte la orden de un juez.
Este jueves, operarios de Emaya han acudido a primera hora con mangueras y han limpiado el suelo, repleto de suciedad. A veces, José trata de asearse como puede en los baños de la estación, pero los problemas de movilidad que sufre en una pierna se lo ponen difícil, por lo que a veces acaba haciendo incluso sus necesidades allí mismo, a pocos metros de su colchón. De hecho, los trabajadores de la empresa pública le han cambiado este jueves el colchón por uno nuevo, para evitar que prolifere la suciedad y todas las problemáticas que derivan -y pueden derivar- de ella.