Abdellah Bidoud es el cónsul general de Marruecos en Baleares desde 2021. Antes lo fue en Toulouse y en Barcelona, y también ejerció como diplomático en Gambia, Guinea Bissau y Cabo Verde. Con motivo del reciente terremoto que asoló a su país, repasa la actualidad con una mirada muy vinculada a las Islas.
Con unos 52.000 residentes, los marroquíes son la comunidad más importante de Baleares. ¿Cuál ha sido su implicación de tras el devastador terremoto?
—Antes debo destacar la solidaridad de España y las autoridades de Baleares, como el Govern, el Consell y la Iglesia, que han manifestado una compasión. Lo mismo las oenegés de las Islas, que han recolectado material humanitario, como alimentos, medicamentos y juguetes. A pesar de las diferencias que puedan existir, de comunicación o interpretación, hay un sentimiento abierto que permite evaluar la calidad de lo humano. Cáritas también está haciendo mucho trabajo que debemos agradecer. Entidades de Menorca, Sóller, Inca, Sa Pobla, Alcúdia también se han movido por la causa. Dentro del país ha habido una solidaridad muy fuerte, con camiones de voluntarios saliendo de todas las ciudades marroquíes y gente que no tiene nada que ha dado alguna cosa, lo poco que tienen lo han compartido. Gente con dinero ha comprado el material que luego los artesanos de Marrakech han elaborado para los damnificados. Hay países musulmanes donde ha habido catástrofes y no se ha respondido así.
¿Los turistas que tuvieran pensado viajar a las zonas afectadas, pueden mantener sus reservas?
—Muchos residentes extranjeros y turistas de visita no se marcharon tras el terremoto, incluso los hubo que, como los propios marroquíes, fueron a los hospitales para donar sangre. Es una señal muy importante. En Marrakech habrá dentro de poco un gran evento del Banco Mundial que atraerá a muchísimos delegados de todos los países de las Naciones Unidos. Si se hace esto es porque tienen confianza en la organización. Las decenas de hoteles que hay en la ciudad no han sido dañados y el turismo es bueno para ayudar a recuperarnos.
En las zonas rurales, que fueron las más perjudicadas, sin embargo, se criticó mucho que la ayuda no llegara a tiempo.
—El terremoto se produjo el 8 de septiembre a las 23 horas y al mediodía del día siguiente hubo un consejo real para dar instrucciones a las fuerzas armadas, decenas de miles de personas desplegadas por el terreno. Es verdad que la ayuda tardó en llegar en algunos lugares porque había carreteras dañadas, pero se actuó en la mayoría. Luego llegó a todos los rincones.
El presidente de la Región de Rabat, Rachid El Abdi, propuso al Govern un plan de cooperación entre ambas regiones. Tras el cambio de gobierno, ¿sabe si ha prosperado?
—Se tiene que retomar el contacto para seguir negociando o firmar un acuerdo, pero hasta ahora no se han vuelto a reunir representantes de las dos partes.
El PP, el cual consideró que España fue humillada en la pasada cumbre de Rabat, gobierna ahora en las Islas. ¿Cómo valora esa postura?
—Un diplomático tiene la obligación de evitar comentar la política interior, por respeto al país. Pero todo esto viene por el tema del Sáhara, un conflicto falso que, si se explica bien, todo el mundo entendería el cambio de postura. Se ha hablado mucho del referéndum como única salida posible, pero el proyecto de autonomía propuesto por Marruecos, como solución real y pacífica, está amparado por las Naciones Unidas, donde ya hace muchos años que no se plantea la idea del referéndum. Las provincias del sur, en el Sáhara, hay un 84 % de los saharauis que se han adherido al proyecto y han votado en las elecciones locales y nacionales. Hay diputados y senadores que representan esas zonas. Está habiendo una revuelta entre los propios saharauis, hay un movimiento que apuesta por cambiar de estrategia, a favor de la autonomía. Incluso algunos que antes no la apoyaban.
Hay muchas familais de las Islas que siguen acogiendo menores saharauis en verano. ¿Qué le parece?
—Está muy bien, pero hay que ver cómo salvar a los que la organización terrorista del Frente Polisario está militarizando. Acogerlos quince días no es suficiente para evitar que acabe siendo presionado para luchar en una guerra. Hay que hablar del derecho de la infancia y de la ayuda que se da en España a fracciones de esta organización. Son 50 años perdidos, hay que acabar con esto para que dejen de ser pobres y puedan tener una casa en condiciones y no están atrapados en campos de refugiados.
En 2021 se empezó a impartir religión islámica como optativa en varios centros de Mallorca. El curso pasado ya había 670 alumnos que la cursaban. ¿Qué le parece?
—Está bien que se pueda aplicar el derecho del conocimiento de la religión y cultura de origen, así lo avalan las leyes internacionales. También es positivo si a los menores se les da una identidad positiva, no hablamos de teología, son elementos culturales, porque el Islam no es solo una doctrina de comportamiento con la divinidad, son valores: no mentir, no robar, no traicionar y no hablar mal del otro. Las corrientes políticas y teológicas deben de estar fuera de las mezquitas y la escuela. Aquí interesa la tolerancia y el consenso.
¿Cómo evitar que en Baleares se produzca una fractura identitaria, como en Francia, entre las nuevas generaciones nacidas aquí?
—Allí hubo una reagrupación familiar que se dio hace más de 50 años. Las generaciones han crecido en guetos, algo muy diferente de lo que ha pasado en España: han venido a trabajar siendo adultos y tenían un bagaje. Los nacidos aquí no deben sentirse extranjeros, pero tampoco tienen que olvidar su origen. Se requiere un equilibrio y evitar el fracaso escolar para mejorar la integración.