La construcción de viviendas de nueva planta en suelo rústico en Mallorca ha experimentado un crecimiento inusitado en los últimos ocho años que equipara las cifras de este periodo a las acumuladas en los doce años anteriores. El Consell de Mallorca recibió 4.280 solicitudes de edificación entre 2015 y 2023 y expidió, en el mismo periodo, un total de 3.137 nuevas autorizaciones, lo que supone el 48 % de todas las autorizaciones emitidas en los últimos 20 años (6.502).
Según los técnicos del departamento insular de Territori, el repunte de peticiones y autorizaciones registrado en estas dos últimas legislaturas se debe en gran medida al efecto estimulador que tuvo durante esos años el debate sobre normativización urbanística y las políticas tendentes a impulsar unas condiciones más restrictivas. Ello generó un caldo de cultivo propicio para el aumento de peticiones de propietarios que no querían ver reducidos sus derechos de edificación.
Concretamente, en 2017 y 2018 se registra un notable incremento coincidiendo con el debate sobre la posibilidad de aumentar la parcela mínima para construir en rústico, fijada en 14.000 metros cuadrados. También coincidió con la derogación de la norma que permitía legalizar las casas en rústico fuera de ordenación.
Grandes piscinas
Después de una sensible caída de la actividad en 2020 como consecuencia de la pandemia, a partir del año siguiente se produce una avalancha de solicitudes coincidiendo con la preparación del decreto de medidas urgentes del Govern que reducía del 3 % al 1,5 % la superficie edificable en parcelas de suelo rústico y limitaba la superficie de las piscinas a solo 35 metros cuadrados. De hecho, gran parte de las solicitudes tenía en la posibilidad de construir grandes piscinas la clave central de proyecto
El resultado, un considerable aumento de las unifamiliares de grandes dimensiones en rústico, tal y como apuntaba recientemente en estas páginas el presidente de la Asociación de Promotores de Balears (Proinba), Luis Martín: «Se han hecho más casas para ricos en estos últimos ocho años que nunca antes».
Un diagnóstico compartido por un perfil nada sospechoso de congeniar con los promotores, el de Jaume Adrover, ex portavoz de la ya extinta asociación activista Terraferida, que en los últimos años venía denunciado este crecimiento exponencial de las grandes construcciones en rústico. «Es el primer problema ambiental en Mallorca e Ibiza: les advertimos que desde el punto de vista organizativo suponía un auténtico desastre», señala Adrover para referirse al consumo de territorio poco eficiente y que deriva en otros problemas como el aumento del tráfico rodado (para los desplazamientos) o del consumo de agua para las piscinas.
«Desde el Consell no se llevó a cabo un solo cambio sustancial ni ninguna de medida de protección efectiva, porque igualmente se han hecho muchas trampas para saltarse las restricciones aprobadas sobre la superficie edificable», señala Adrover para añadir que «fuentes del propio Consell nos confirmaron que más del 70 % de estas viviendas y también de las reformadas estaban ligadas con el alquiler turístico».
Precisamente, Terraferida anunció su disolución el pasado abril «porque estábamos cansados de chocar siempre contra un muro: era inútil continuar porque no veías ningún cambio a la altura de lo que pedíamos». En ese sentido, Adrover lamenta las dificultades con las que toparon a la hora de solicitar información sobre las cifras de viviendas construidas. «Era imposible obtener los datos; es el gran tabú de Mallorca».