Tòfol (nombre ficticio), de 72 años, está sentado en un bar comiendo una napolitana de chocolate como puede porque no tiene dientes. Se ayuda con una caña. La cerveza es uno de sus pocos placeres después de que en marzo de 2020 sufriera un ictus que le paralizó de cintura para abajo y el brazo izquierdo, aparte de otras secuelas. Está comiendo mientras llora. A Tòfol le ha desaparecido su dentadura postiza desde noviembre del año pasado y hace poco, sus dos gafas. «Las que lleva se la dieron desde el centro, y tampoco sabemos si se las han graduado bien», lamenta Toni Pérez, familiar del usuario que a finales del año pasado interpuso una reclamación a la residencia privada de Tòfol por diversas irregularidades e incidencias.
«Hasta ahora, ni la dentadura ni sus dos gafas han aparecido. Lo que sí tiene son los estuches pero están vacíos. Cuando me lo llevo a comer, Tòfol lo pasa fatal, no disfruta y a él le apetece mucho comer. Estas incidencias han pasado dentro de la residencia porque él nunca sale», lamenta Toni Pérez.
Tòfol no tiene mucha gente que le visite. Sí lo hacen Toni, los dos hijos de éste y una amiga íntima de ambos. Cuando sufrió el ictus estuvo una temporada entre Son Espases y Sant Joan de Déu. En ese momento estaba «muy mal» por las secuelas y «apenas podía hablar». Gracias a la rehabilitación, hoy puede expresarse a medias, sobre todo desde que pasó cerca de un año en otra residencia privada, en Sóller, haciendo ejercicios. «Él estaba muy bien allí, pero decidió cambiar por estar más cerca de nosotros en Palma», explica este familiar.
Hasta hace muy poco, el centro continuaba con el protocolo sanitario por la COVID-19. Ningún familiar podía entrar a las habitaciones de los usuarios. Durante el periodo en el que desaparecían las cosas , Toni pidió entrar para buscarlas pero no estaba permitido. Tòfol intenta ser discreto cuando se le pregunta si cree que le han robado su dentadura y sus gafas graduadas: «No lo sé...sí sé que me han desaparecido las gafas y la dentadura y que allí hay robos», dice como puede mientras continúa comiendo su napolitana.
Impuntualidad
No son solo las pérdidas, sino también los problemas en las citas previas para visitarlo, según expone Toni Pérez, ya que en el comunicado que emitió a la residencia de Palma especifica problemas continuos para poder llevarse a Tòfol de paseo. «El 25 de noviembre estuve más de 40 minutos de espera y con reiterados avisos a la persona que toma las citas. Tuve que marcharme porque no me lo bajaban y yo solo disponía ese día de una hora», narra. Por otra parte, Tòfol sufrió una caída desde su silla de ruedas y según Toni «no es la primera vez. Toda su vida pagando para acabar así, no hay derecho», lamenta este familiar.