A las puertas de cumplir cien años, Ciclos Blando baja la persiana al no encontrar relevo generacional para dar continuidad a un negocio que echó a andar en 1925 y que ha logrado encadenar tres generaciones al servicio del ciclista, dejando una huella y escribiendo buena parte de la historia del deporte del pedal, a nivel social y como establecimiento de referencia de la mano de una saga que con Miguel, nieto del fundador, ha llegado a su fin.
«Llevo cinco años buscando a alguien que quiera hacerse cargo del negocio. A mí me ha llegado la hora de jubilarme. Mis hijos ya tienen su ocupación y, la verdad, me da pena pero he hecho todo lo que he podido para que el negocio siguiera en marcha», explica Miguel Blando, estandarte de la tercera generación de un apellido emblemático dentro del ciclismo mallorquín, que ultima el traslado del material que le resta en el local de calle Manacor que se oferta en alquiler.
«Después de casi 100 años y tres generaciones, Ciclos Blando deja de ofrecer sus servicios. Han sido muchos años, muchísimas horas de trabajo y llega el momento de la jubilación. Me retiro con la tranquilidad de haber hecho todo lo posible y lo mejor que supe. Lamento las molestias que este cierre pueda causar y agradezco profundamente la confianza depositada por todos, clientes y amigos, durante todo este tiempo. Continuaré atendiendo en el teléfono de siempre (971463357) durante un tiempo, para cualquier consulta o ayuda que esté en mi mano ofrecer», reza el mensaje publicado por Miguel para notificar el fin de una etapa.
Una singladura que inició su abuelo, Miguel Blando Recadero, fundador de Ciclos Blando, quien en 1910 inició su formación como mozo de taller en Can Llorenç des Moll para, una vez cumplido el servicio militar, trabajar en la legendaria Casa Darder, referencia del ciclismo en aquella época en Mallorca. Años después, en 1925, y convencido por su amigo Juan Juan, fundaron Ciclos Blando en Santa María, punto de partida de un negocio que rozó el siglo de vida.
Divergencias entre los dos socios hicieron que Miguel Blando regentara en solitario el negocio, donde su hijo Bernardo empezó a trabajar y aprender el oficio. En 1936, Ciclos Blando dio el paso a la calle Lluís Martí de Palma, para un año después pasar al número 23 de la calle Manacor, donde durante décadas ha sido un punto de referencia.
Iniciada la década de los 60 del siglo pasado, Bernardo y su hermano Miguel se hicieron con el control del negocio, siempre bajo la supervisión de su padre, fundador y maestro de ambos, aunque Miguel optó años después por abrir un negocio al margen en Es Molinar, que regentó hasta su fallecimiento, en 1980, siendo Bernardo el rostro visible de Ciclos Blando en la calle Manacor, donde el taller era un lugar de gran actividad.
Ya en 1982, Miguel, nieto del fundador y último propietario del negocio, abrió un nuevo local en la que ha sido su última ubicación, en el número 25 de la calle Manacor, cerca del que ocupaba su padre, Bernardo, incansable y siempre al pie del cañón en el taller tradicional y emblemático que durante muchos años formó parte del paisaje de aquel rincón de Palma.
El negocio fue especializándose con la irrupción de nuevas modalidades como el BTT, a la par que en 1989 cerraba el taller de Bernardo, por jubilación, manteniéndose en marcha el emblema de Ciclos Blando, que se abrió también a una vertiente más social, con el Grupo Deportivo y el Club Ciclista, promotores de salidas como la Vuelta Cicloturística a Mallorca y diferentes encuentros con los populares 'Palankas' y con escenarios como el Bar Central del Coll den Rebassa como punto de encuentro.
A las puertas de un centenario que debía llegar en 2025, la falta de relevo generacional y de jóvenes que quieran hacerse cargo de un negocio de barrio, pero con enorme solera y prestigio, obligan a Miguel Blando, nieto del fundador, a bajar la barrera para siempre. Aunque Ciclos Blando seguirá presente en la memoria de los buenos aficionados y quienes alguna vez pasaron por su tienda o taller a lo largo de más de nueve décadas.