Del sueño de vivir en una casa de campo en Mallorca a terminar ofreciendo consulta psicológica desde una furgoneta, donde estuvo viviendo diez días a falta de techo. El periplo inmobiliario de Gemma Majó, psicóloga y terapeuta familiar, que intentó mudarse de Mataró a la Isla, refleja la dificultad de conseguir una vivienda, sobre todo en temporada alta.
«Se trata de un engaño que se da frecuentemente en Mallorca y supongo que en otros sitios de Baleares con alquileres vacacionales y desproporcionados», dice Majó, que ha pasado diez días viviendo en una furgoneta, esperando a que la casa que debía ocupar fuera desalojada por la inquilina anterior, tal y como le había prometido el propietario de la vivienda.
Majó conoció de la existencia de este alquiler a través de un amigo, que tenía una prima cuyo ex marido alquilaba la vivienda, situada en la zona rural de Santa Margalida. Tras visitar la finca en persona el 15 de mayo, «se comprometió a alquilármela a partir del 1 de junio. Me confirmó que la anterior inquilina, una señora suiza de 75 años, se marchaba el 30 de mayo e incluso me habló de ayudarme con varios proyectos que tenía, como montar un huerto, tener gallinas... Todo eran facilidades». La relación era tan fluida que el propietario se ofreció a rebajarle el alquiler de 1.300 a 1.000 euros al mes.
Majó advierte que intentó firmar antes un contrato «pero él me dijo que mejor lo hiciésemos en persona. No tuve que adelantar el dinero, ya lo haríamos una vez en la Isla», cuenta la psicóloga. Así que puso su vivienda de Mataró en alquiler, la vació y metió todos sus enseres en una furgoneta que trajo su hijo. Ella vino en otra furgoneta donde podía dormir mientras se desalojaba la casa de campo. Llegó a la Isla el 2 de junio y la vivienda seguía ocupada. «Me fui con mi furgoneta a dormir a Aucanada unos días y luego a la urbanización Marina Manresa», cuenta Majó, que tuvo que enfrentarse con el propietario.
«Al final me reconoció que la inquilina no había firmado la renuncia y que se ofrecía a guardarme todos mis enseres mientras tanto. Estuve buscando otra vivienda en Mallorca pero no encontraba nada, está todo con los precios disparados», cuenta la psicóloga, que seguía atendiendo a sus pacientes de manera telemática y desde la furgoneta. «Quería encontrar un espacio natural, rebajar el ritmo, dedicarme al buceo...». Su sueño se truncó y se convirtió en pesadilla.
Ahora Majó ha vuelto a su piso de Mataró, que comparte con los actuales inquilinos, hasta que encuentre otro piso. Sus posesiones están en un trastero. «Todo esto me ha costado más de dos mil euros», se lamenta, y tras consultar con un abogado, ha decidido no denunciar por carecer de contrato. El propietario de la vivienda, por su parte, dijo que «fue ella la que decidió traer sus cosas y me ofrecí a guardárselas. Yo solo había apalabrado la vivienda».