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RELACIONES

Relaciones narcisistas, entre la locura y la adicción: «No lo puedes dejar porque necesitas su droga»

Ir a terapia se convierte en un proceso clave para conseguir salir de esta «montaña rusa», ya que la locura, las falsas creencias y la baja autoestima determinan este tipo de vínculos

La locura, las falsas creencias y la baja autoestima determinaron a estas entrevistadas. | Youtube Ultima Hora

| Palma de Mallorca |

Ya se lo advirtió su suegra: «¿Seguro que te quieres casar con mi hijo?». María (nombre ficticio) era muy joven cuando dio el paso más importante de su vida en su Argentina natal, antes de emigrar con su recién marido a España y, luego, mudarse a Mallorca. Los primeros veinte años los recuerda como si estuviera anestesiada, los siguientes ocho, los peores. Y en estos últimos seis años ya ha puesto nombre: «He sido víctima de un narcisista».

Las personas narcisistas son un perfil muy presente en nuestras relaciones afectivas. Lo podemos encontrar tanto en un vínculo de pareja, de amistad o familiar. Hay rasgos muy característicos y claros para detectar si estamos involucrados con una persona así, como podrían ser la falta de empatía, manipulación o los altibajos constantes (pasar de estar muy bien a estar muy mal en cuestión de días).

La vida en pareja de María duró demasiado, pero ella no fue consciente hasta los últimos años. «Llevo un 80 % superado, pero el resto, el veinte, es como una carga. El día que no sepa nada de él lo superaré del todo». En su caso, tiene que verlo cada día porque comparten negocio, pero tiene claro que todo esto terminará pronto. En sus primeros 20 años de relación, vivió en una realidad paralela. «Estaba muy centrada con la crianza de mis tres hijos, pues los tenía que sacar adelante. Yo me encargaba de todo y además trabajaba. No tenía tiempo para pensar en nada de mi entorno».

Wakanda (nombre ficticio) en la entrevista. Foto: PERE BOTA

Explica además cómo veía distanciarse de amigos, familiares y allegados, pero no era consciente de lo que podía pasar. «Empecé a observar todo después». Ese después se refiere a cuando sus hijos fueron lo suficientemente mayores como para que María dejara el papel de férrea cuidadora y empezara a ver su vida sin parches ni anestesia.

«No niego que he tenido puntos de felicidad, pero porque las personas narcisistas son manipuladoras y se hacen ver muy simpáticas, sobre todo cuando quieren conseguir algo. Se vuelven atentos, te dicen lo que quieres escuchar porque detectan tus habilidades. En mi caso, yo dudaba de todo, me volvía loca porque mi exmarido me negaba todo lo que yo creía o veía», comparte María. Su marido, a ojos de ella y una de sus psicólogas, tenía además la patología de psicópata, un trastorno que comparte rasgos con el narcisismo: «A esta persona no le importaba lastimarme o si faltarme al respeto. Sabía la diferencia entre lo que estaba bien y lo que estaba mal, el saber que actuaba como un hijo de puta solo para llegar al objetivo. Pero no tenía empatía y no sufría por ello», rememora.

Carmen (nombre ficticio), en una cafetería de Palma. Foto: JAUME MOREY

En su mochila, hay infidelidades de todo tipo, mentiras y desprecios y discusiones. En su caso, generó una auténtica dependencia, ya que su vida, cuenta, «era una montaña rusa de emociones. Yo describo esta relación como una adicción: algo que te hace mal pero no la puedes dejar porque necesitas la droga. A él. Me sigue costando perdonarme porque me cuesta entender cómo he podido estar en esa posición tanto tiempo».

Idas y venidas
Carmen, nombre ficticio, conoció a su narcisista en un pub en 2008. Enseguida apareció el deseo y el filtreo. «Me invitaba a cenar. Era el chico perfecto, guapo, simpático y con un físico impresionante. Me llevaba a sitios superchulos, tenía una casa preciosa. Era ideal. Vivía por y para mí, me hacía regalos...me voló la cabeza».

María (nombre ficticio) cuenta su experiencia. Foto: EMILIO QUEIROLO

Toda esta explosión de amor fue efímera. Al cabo de un mes, desapareció. Pasó de recibir comentarios exagerados y con intensidad al silencio durante varias semanas. «Yo me encontraba fatal, muy agustiada, pensando qué había podido hacer mal. Cuando apareció, se excusó con que había tenido un problema de trabajo. Pero como ya había vuelto a mí, lo demás no era importante».

Así empezó una relación tóxica que marcarían sus siguientes 15 años. El control, la manipulación, la intensidad o la fuga constante por parte de su pareja fueron apagando poco a poco su luz hasta llegar a un punto de locura. Su relación fue intermitente, es decir que han estado varios años sin hablar pero luego volvía a aparecer. «Él me iba probando y ver hasta dónde podía aguantar. Yo lloraba y él me pedía perdón. Hacía estas cosas pero de forma sutil», rememora Carmen.

Un episodio muy duro marcaría un antes y un después. Carmen es madre soltera y en un momento de la relación se mudó unos meses a Italia porque le salió una oferta de trabajo. En ese periodo su padre falleció y tuvo que regresar a España. «Ahí le necesitaba más que nunca y me ignoró, desapareció y me dejó tirada en ese país cuando me prometió que vendría a buscarme. Fue el peor momento de mi vida».

Que un narcisista tenga a la vez varias relaciones afectivas no es nada raro. Esto no solo pasó a María, sino que también lo vivió en primera persona Carmen. Cuando parecía que todo en su vida iba a explotar, cuanto la baja autoestima le sumergía más, los celos y la dependecia, pudo resurgir. En la última etapa con su pareja tóxica, Carmen había sumado mucha terapia y mucha información para reconocer en qué tipo de relación estaba. Decidió aplicar otra estrategia con él, a fin de que pronto desapareciera definitivamente.

«Empecé a decirte ‘no' a todo. Esto saca de quicio a un narcisista. Y de pronto empezó a hablarme mal. Él siempre ha sido un salvador, pero cuando lo vi como un puto demonio, me vino automáticamente el rechazo». La última vez que habló con él fue el 24 de diciembre de 2020 por WhatsApps.

Ir a terapia es, en la mayoría de casos, la solución más efectiva para superar una relación narcisista. Sin embargo, es un proceso costoso, duradero pero completo ya que a las víctimas les dotan de herramientas para detectar las llamadas red flags (banderas rojas). Lo sabe bien la siguiente mujer, que se quiere llamar Wakanda para esta entrevista (nombre ficticio) y ronda los 40 años. Oculta su identidad porque está todavía saliendo de la relación tóxica en la que se encuentra desde hace un par de años.

«Cuando me fijé, le veía como una amistad, pero él vino a mí como un cazador, con una intención premeditada. Pronto empecé a sentir, era la primera vez que me enamoraba y en ese momento ya vino la intensidad. Yo, igualmente, ponía mis límites, era cuidadosa, pero este chico ya se las apañó para conocer mis gustos, seguirme en redes...los narcisistas se convierten en aquello que saben que te va a gustar. Es una estrategia».

Wakanda ha tenido hasta 13 idas y venidas con esta persona. «En cada una de las veces que volvíamos llegué a normalizar que este sería el tipo de relación que merecía», menciona. Se percató que había generado un apego fuerte con su pareja a nivel sexual, una «fuerte adicción», como ella mismo narra, que le hacía sentir vacía, manipulada y destruyéndose poco a poco. «Me hacía escoger entre mis amistades y él, y siempre intentaba girar la tortilla con mucha sutileza. Llegaba a pensar que ya cambiaría, pero no».

«Literalmente me estaba volviendo loca, tarumba, con dos voces en mi cabeza; dos realidades muy ciertas que era difícil detectar algo porque lo tenía normalizado». En su relato, destaca una parte muy dura, cuando llegó a pensar «lo peor para mi vida» porque dice que era una sensación de que quería salir y no podía.

El duelo comenzaba cuando ella se armaba de fuerza para poner límites. Pero su pareja no dejaba de acecharle. Le dejaba regalos, notas en el coche. Le seguía los pasos. Wakanda ha tenido hasta 13 idas y venidas con esta persona. «En cada una de las veces que volvíamos llegué a normalizar que este sería el tipo de relación que merecía», menciona. «Cada vez, él regresaba a mí con una interpretación. Las personas narcisistas son grandes actores y por eso las víctimas, como yo, vivimos dos realidaes».

Wakanda es además una Persona Altamente Sensible(PAS), un grupo de población muy predecible para personas psicópatas o narcisistas debido a al alta capacidad de empatizar y la sensibilidad que tienen. Cuando ella se dio cuenta de todo, es cuando realmente pudo comenzar su resiliencia. Cargada de herramienta, gracias a las terapias, hace tan solo unas semanas que no sabe nada de él, ha conseguido descongestionarse de todo lo vivido.

Si en su relación Wakanda se sentía culpable, con miedo o desconfiada. Controlada, con baja autoestima y manipulada, ahora se encuentra en una «lucha interna». Quiere dejar claro que «cualquier mujer que al leer estas líneas se sienta identificada y desesperada, me ofrezco para estar al servicio de lo que necesiten, porque a mí también me hubiese encantado que alguien me hubiese ayudado».

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