Desde la pandemia, el contexto socioeconómico se ha complicado. Primero fue el confinamiento y sus consiguientes restricciones, después la guerra en Ucrania y el encarecimiento de la subida de la electricidad, más recientemente la inflación. Quienes vivían con lo justo ahora no llegan a fin de mes. Es lo que ven día a día las distintas organizaciones que reparten comida en Palma a ciudadanos sin o con muy pocos recursos.
«Desde la pandemia ha aumentado la gente que viene a por comida de forma exponencial. También hemos notado otro 'boom' desde el noviembre pasado», apunta Catalina Cunill, directora de Zaqueo, asociación de voluntarios que reparten platos preparados a diario en el casco antiguo de Ciutat. Si antes de la llegada de la COVID frecuentaban el comedor unas 80 personas al día, ahora la cifra rebasa algunos días las 250. Las recibían en un comedor con capacidad para veinte comensales, pero ante el aumento de visitas, ahora se limitan a entregar la bolsa con un bocadillo o un tupper desde una ventana a pie de calle. Los organizadores se muestran «muy preocupados»: si continua incrementándose la afluencia, dicen, «tendremos que plantearnos hacer un filtraje, porque no podemos abarcar dar de comer a de tanta gente. Es una decisión muy difícil, porque siempre hemos ayudado a todo el mundo y nunca hemos hecho ninguna criba. Pero si sigue así la cosa, se nos volverá insostenible».
A partir de mediodía, va formándose en un local de la plaça del Mercadal una larga cola que llega a dar la vuelta a la esquina. Cerca de un hotel de cuatro estrellas, forman fila decenas de personas. Lejos de estereotipos y prejuicios, los hay que trabajan, tienen familia y viven en habitaciones o pisos compartidos. «No es solo gente que vive en la calle, cada vez recibimos más ciudadanos que antes eran de clase media y que ahora lo están pasando muy mal económicamente. No es solo la inflación. Todo sube, sobre todo, el alquiler o la hipoteca», señala Cunill. Un aumento al que no se acompasan la mayoría de nóminas. Para hacer un cálculo de este nuevo perfil, la organizadora de la asociación, en lugar de añadir los cubiertos a la bolsa de comida que reparten, preguntó hace dos semanas a cada uno de los que se acercaron si los necesitaban. De rechazarlos, supondría que tendrían un alojamiento estable. De las 250 comidas que repartió, se ahorró 237 cubiertos.
El porcentaje de personas en Baleares que están en riesgo de pobreza o exclusión social se sitúa en un 21,5 %, según el informe de la European Anti-Poverty Network (EAPN), una plataforma europea de entidades sociales, presentado a finales de mayo. Los principales retos que afrontan los ciudadanos en las Islas, apunta el documento, son acceder a la vivienda, conseguir un empleo, pagar el alquiler y tener una alimentación equilibrada. Las cifras se materializan en la calle, con las colas no solo en la plaça del Mercadal, sino cada día frente a la Iglesia dels Caputxins, en plena plaza de España de Palma, en los comedores de Mallorca Sense Fam, Montesión Solidaria o SOS Mamás. «Las cifras se invisibilizan y se quedan sobre el papel, pero hay muchos dramas personales. La gente lo está pasando muy mal», remarca Cunill.