Hace ya varios años, Bernat Pujol tuvo una idea: «Buscábamos un tema para la Pascua y encontramos este poemario, el Vía Crucis de Llorenç Moyà». La idea era llevar a cabo una representación teatral, algo así como lo que ya hacían con L'Adoració dels Reis en Navidad. Así que Bernat lo propuso a Cort, quizá con más recelo que esperanza, pero caló. Este Viernes Santo, a partir de las 12.00, se cumplen 36 años de una cita que aúna la atención del público, la espiritualidad de la fecha y, ante todo, «emotividad».
El propio Pujol, que está al frente Taula Rodona, la compañía que suma casi 30 personas entre narradores, músicos y personajes, explica que el primer año de todos temían que no viniera nadie, pero «había un mogollón de gente», y así ha sido en cada una de las 34 representaciones (la pandemia lo detuvo durante dos años). Tanta gente se arremolinaba en el escenario original, la escalera frente a la Seu, que en 2019 se decidió moverlo a SesVoltes, donde «la gente lo puede ver tranquilamente, porque en laSeu, aunque el marco era incomparable, no era del todo adecuado».
Así pues, el itinerario es el siguiente: a las 12.00 en punto salen de Cort para bajar por Conqueridor, s'Hort del Rei, subir de nuevo a la parte superior de la Murada, pasar por el antiguo emplazamiento de las escaleras de la Seu y, ahí, torcer hacia Ses Voltes, donde empieza en sí la parte más teatral de la obra.
Y a pesar del recorrido, Pujol advierte: «No es una procesión, aunque respira Semana Santa». Es «abstracto», porque así lo eran los 14 poemas de Moyà que lo inspiran, y la «emoción» está de principio a fin, llegando a nacer lágrimas en los ojos del público a través de la «expresión corporal y un vestuario austero que permite entrar en el drama de la Pasión». A su vez, la improvisación es una parte fundamental del acto así como el contacto con el público, quien se suele sumar a medida que avanza el itinerario y lo acompañan. Es, pues, «un espectáculo que se respira», se escucha y, sobre todo, se siente.