Jesús González, catedrático de Geografía en la UIB, es el impulsor de la Càtedra d'Estudis Urbans, promovida por la propia Universitat y el Govern. La cátedra se pone en marcha con la conferencia Ciudades en el cambio de época, a cargo del ministro de Universidades, Joan Subirats, este jueves a las 19.30 en el CaixaForum.
¿Qué objetivo tiene la Càtedra d'Estudis Urbans?
—Generar debate sobre las cuestiones urbanas y, tal vez, encontrar soluciones a sus problemáticas. También pretendemos incentivar investigaciones de alumnos sobre temas urbanos, que ahora figuran entre los más importantes de Balears. La cátedra no está sólo dirigida a los estudiantes de Geografía, también puede interesar a alumnos de Economía, Historia, Física, Turismo o Antrología, por poner ejemplos. Trataremos de traer expertos de renombre para conferencias y otra idea es crear premios a los mejores trabajos de investigación.
En los 80, espacios naturales; en los 90, suelo rústico; ahora, la ciudad.
—Sí. En los 80, la prioridad fue proteger los espacios naturales de mayor valor. En los 90 se intentó proteger espacios de menor valor, como el rústico, de la amenaza de grandes urbanizaciones. Ahora tenemos problemas urbanos: gentrificación, desaparición del comercio tradicional, alquiler turístico, hoteles urbanos y acceso a la vivienda. Ello demuestra que todo el territorio ya es susceptible de ser turístico, o de ser amenazado por el turismo inmobiliario. Siempre aparece.
En espacios naturales y suelo rústico se respondió con protecciones más o menos restrictivas. ¿Qué respuesta pueden dar las ciudades?
—Palma respondió prohibiendo el alquiler turístico en edificios plurifamiliares, decisión avalada por el Supremo. Toledo ha hecho lo mismo en su centro histórico. Las ciudades evolucionan, pero hay que vigilar los procesos de gentrificación y desigualdad. Aun así, no hay que centrarse en los barrios gentrificados. También hay que ocuparse de los barrios más empobrecidos, que viven en cierto olvido.
Parece más sencillo legislar para proteger espacios naturales y suelo rústico que para corregir desequilibrios urbanos.
—Sí, es más complicado porque en las ciudades viven personas. Está bien ocuparse de lo arquitectónico, pero, más allá de eso, existen problemas sociales: barrios degradados, drogas, familias desestructuradas, desempleo, conflictividad, inseguridad... Lo fundamental es lo social, pero las soluciones son más difíciles. Una rehabilitación se hace con dinero. Un problema social necesita más que dinero.
Las regulaciones siempre son acusadas de intervencionistas.
—Si hay descontrol y desajustes muy grandes hay que intervenir. No se puede dejar todo en manos del mercado, aunque unas intervenciones sean más viables y otras sean más complejas.
¿Prohibir la venta a no residentes?
—Dudo de su encaje jurídico, pero me parece bien.
¿Límite al precio de alquileres?
—Hay que hacerlo y poner freno a los fondos buitre, que se hicieron con gran parte del parque inmobiliario. Y gravar a los tenedores de viviendas vacías.
¿Una solución al problema de la vivienda, así, en general?
—Aunque no sean definitivas, algunas iniciativas a tomar son la construcción de vivienda pública, en propiedad o alquiler, y en eso España está a la cola de Europa; la expropiación de uso de las viviendas vacías para que salgan al mercado, y reutilizar espacios abandonados, como los antiguos cuarteles. Con las dos últimas no hace falta crecer.
¿Cuál será el próximo barrio gentrificado?
—Si no se ponen medidas, a La Soledat le queda poco.