El psicólogo Pablo Rodríguez González está especializado en cómo tratar la muerte y el duelo con alumnos y profesores. Este jueves participa en la I Jornada de Benestar Emocional organizada por la Conselleria d'Educació en el CaixaForum de Palma.
¿Por qué la muerte sigue siendo un tabú en nuestra sociedad?
—Vivimos una dictadura de la felicidad que nos empuja a ser productivos y felices sin dejar cabida para el sufrimiento y la muerte, su máxima expresión. Se ha avanzado mucho, pero queda más por hacer porque parece que lo natural es no hablar de la muerte.
¿Otros países lo asumen mejor?
—En culturas orientales se vive de otra manera, pero en todas hay algo transversal. Cuando sentimos que vamos a morir necesitamos sentir una continuidad. En la cultural occidental se ve como una ruptura, pero en la oriental como una pervivencia. Necesitamos normalizar este sufrimiento porque nos permite tener una mejor transición. Si aceptas que has venido a este mundo para morir te beneficiará.
¿Cómo afecta omitir la muerte en el desarrollo de los alumnos?
—Concebimos que la muerte es sufrimiento y la vida felicidad, lo que es incompatible para que un niño afronte un estímulo relacionado con la muerte y, por ello, se les suele aislar. Cuando pierden a un familiar o amigo no pueden expresar su dolor porque se les tiende a ocultar para que no se enteren. ¿Para qué va a ir al tanatorio o al entierro? ¿Un niño por qué tiene que pasar por esto?, se preguntan muchos padres. Pero los niños ven cambios y sufrimiento y no saben a qué se debe, lo que les confunde.
¿Qué implica la Pedagogía de la Muerte en los centros?
—Permitir que el niño lo viva como mejor lo necesite. Quizás en casa no se atreve o no le dejan, pero en el colegio debe de poder hacerlo si así lo quiere. Se trata de dar pautas, técnicas e ideas para que los docentes las usen. Tener formación y cierta capacidad para identificar las necesidades del alumno y escucharle. Hablar de la muerte, en general, pero también en clase, para perderle el miedo, les ayuda mucho a vivirla como algo natural.
¿Qué recomienda?
—Trabajar con la cultura popular, como películas y series, es muy útil. Me gusta usar La vida de Calabacín o Coco para los más pequeños. He trabajado en institutos y una vez recurrimos a firmar un pupitre por la muerte de una compañera. Sirve de ayuda durante el duelo y cuando la clase esté preparada se retira. En otro caso, los alumnos plantaron un árbol como homenaje a una amiga fallecida.
¿En qué sentido la muerte puede vincularse a valores y sentimientos como la generosidad, la conciencia social y la solidaridad?
—La muerte, aunque sea el final, es un acto de amor. Es un momento difícil porque se afronta el final de la vida, pero también implica expresar el cariño a los tuyos. Si escuchas a un niño que está de duelo, se genera un sentimiento de solidaridad. Mitigas su sensación de soledad y permites que se sienta alguien importante.