Enero es el mes en que, tradicionalmente, la gente enferma más. Se dan picos asistenciales y se repiten las denuncias de urgencias saturadas. Antes de la COVID era el mes de la gripe, ahora se cree que ambas compartirán cama y no hay médicos para tanto virus. Pero el enero de 2023 llegará además con una amenaza de huelga tras el malestar que se ha ido incubando todo este 2022. Afecta, sobre todo, a los facultativos de los centros de salud. Ya el pasado mes de abril se concentraron por primera vez frente Santa Catalina. Le dijeron a la población y la conselleria que no podían seguir el ritmo de su demanda, había demasiados pacientes (se estima que han crecido un 20 %) para demasiado pocos médicos. La especialidad de Familia es una de las que presentan mayor déficit en el sistema. El Sindicato Médico calcula que serían necesarios unos 350 facultativos más para atender correctamente a la población de Baleares pero es que de las plazas creadas en la plantilla del IB-Salut, el 10 % no están ni ocupadas, es decir, son consultas vacías.
Durante años la conselleria ha hecho una carrera de fondo para equipar el sistema. Además de la Facultad de Medicina, se han creado muchas plazas de residentes que no existían para que puedan formarse aquí y se han recuperado derechos, no se puede decir que no hayan trabajado en ello. Sin embargo, pese a presentar cuatro hojas con los avances realizados en sus legislaturas, los médicos de Primaria les replican: no basta. «La situación es tan grave y compleja que no puede resumirse y no sirven las iniciativas que proponen a ciegas desde la administración», decía el portavoz del Foro de Atención Primaria, Carles Recasens, que aúna a todas las sociedades científicas, el sindicato médico y el Col·legi de Metges que preside.
La situación difiere según los centros de salud o las consultas, pero el sentir general es que el médico está viendo a 40 pacientes o más por jornada cuando lo óptimo serían 25. Eso implica que no se da la atención debida al ciudadano al que despachan en menos de los 10 minutos que creen que, de media, necesitan. La carga laboral repercute en su salud mental, cada vez están más agotados, y en la atención al paciente cuyas quejas se han incrementado. Además crecen las agresiones al colectivo. En este contexto los profesionales están huyendo de Atención Primaria, se jubilan y se piden cambios de comunidad, o de país. La especialidad ha dejado de ser atractiva porque ¿quién quiere trabajar con estas condiciones?
Las bajas apenas se cubren (en menos del 25 % de los casos en la especialidad de pediatría) así pues los compañeros deben ir repartiéndose las agendas de los pacientes de quien haya faltado al trabajo. En más de una decena de comunidades este hecho está remunerado pero no aquí, se quejan. En Balears sólo se paga cuando alargan la jornada laboral y se hacen horas extra.
El colectivo cree que el Govern habla en otro idioma. «Les señalamos la carga de trabajo y nos responden con cifras que no tienen repercusión; pedimos ajustar los horario, pagar el sobreesfuerzo o cerrar las agendas pero no lo contemplan. Si se hace en otras comunidades, ¿por qué aquí no?», se preguntan.
Los médicos piden regular mejor el sistema. Si el problema es que si no hay profesionales la solución debe pasar por reagrupar a los que quedan o centralizar la atención en determinados horarios, algo mejor que tener las consultas abiertas pero vacías. Pero cualquier ajuste en una organización que no contemple más efectivos debe pasar por reducir el horario de atención del servicio y eso es impopular, sobre todo a escasos meses de las elecciones.
No existe la solución de efectos inmediato y los médicos de Primaria dicen que no pueden más. Lo mismo sucede en otras comunidades donde ya han convocado huelgas. El efecto contagio se palpa en el ambiente.